martes, 25 de febrero de 2014

Viuda de lujo - Matías González




Se extiende una alfombra de silencio para que ella camine hasta la barra y pida  una copa de vino. La lleva del tallo, hasta el borde del pueblo, y riega una tierra querida, como si sembrara flores. 


Acerca del autor:  Matías González

lunes, 24 de febrero de 2014

Tiempo hambriento - Raúl Alejandro López Nevado


El tipo mira a su mujer, alta y morena, como él, y mira el bocado que ésta le acaba de pasar. Parece inseguro, como si no confiara lo suficiente en la calidad del pedazo de carne. Finalmente, y con mucho mirar a izquierda y derecha, decide tragársela de un solo bocado. No estaba mal, piensa. Y agradece a su mujer con un golpecito en los glúteos sus atenciones. (Espera un momento, ¿esos ojos y esa boca? desde luego es cierto eso de que los matrimonios acaban pareciéndose).
Ahora escupe los pañales con un gesto de fastidio. La carne del bebé sienta en su estómago como si acabara de engullir una roca.
—¡Ajá —le grita su mujer—, caíste, maldito! —El tipo la mira sin comprender.
—¿Qué quieres decir?
—Nada, nada —responde ella—, ya te contaré en unos años mi amante hermano.

Acerca del autor:
Raúl Alejandro López Nevado

Las voces - Fabián Rafael


Las voces no paran en todo el día. “Nadie te quiere, te quieren matar, tenes que hacer algo”, hablan a tus espaldas. Todo el día escuchando las voces, parece que ya se acostumbró a vivir con ellas. Se fue a dormir después de un día agitado, y las voces lo siguen; él, para acallarlas un momento, se medica. Eso hace que las voces lo dejen dormir aunque sea unas horas, pero de nuevo se despierta y están allí: “Todos te odian, tienes que hacer algo, hablan a tus espaldas, te quieren matar. Va a su trabajo, y las voces no cesan, entra en su oficina y las voces lo atormentan más, llama a su secretaria y toma medidas drásticas con sus empleados. Ese día uno de los empresarios más ricos del país despidió a ciento ochenta empleados de sus empresas sin un motivo de consideración.

Acerca del autor:
Fabián Eduardo Rafael

sábado, 22 de febrero de 2014

Intimidad - Anna Rossell Ibern


Un escalofrío recorrió su cuerpo, como cada vez que, de nuevo, percibía su presencia y su voz le susurraba al oído las palabras que siempre habían provocado en ella aquel sentimiento de lenta e imparable excitación. Después sobrevenía el vértigo abismal al que ambos se entregaban y que ella sabía conducir con la impúdica decisión de su preciso tacto hasta perder el control y la noción del tiempo. Ahora era él quien estudiaba atento cada estremecimiento apenas imperceptible cuando su mano acariciaba la yerma calidez debajo de la sábana. Sentía aquel leve erizamiento del vello, que el primer día había creído pura imaginación. Desde que había adquirido la certeza acudía regularmente a la cita. Con la respiración aún agitada se incorporó, exhausto, y salió antes de que la enfermera entrara para la inspección rutinaria y les sorprendiera. Era su secreto desde el día en que él se había negado a aceptar el estado de coma profundo en que la había sumido el trágico accidente.
© Anna Rossell

Sobre la autora: Anna Rossell

Pandemia - Isabel María González


Pedro, el oculista, salió corriendo. El llamamiento hecho por el gabinete de crisis de su país es alarmante. El fenómeno había comenzado a las 12:45 del día de ayer en Tías (Lanzarote) y se había propagado rápidamente a la península. La bautizada como“ceguera blanca", pandemia ya según la OMS, se extiende como la pólvora. De ella sólo se sabe que se contagia por vía emocional. Se recomendaba a la población no sentir nada en los próximos días si no es absolutamente necesario. Pedro se detiene bruscamente, acaba de sentir un extraño miedo blanco.

Sobre la autora: Isabel María González

Tiempo de más – Luisa Hurtado González


El médico se lo había dejado muy claro: no había cura. En un principio las malas noticias le noquearon pero, poco tiempo después, inició una actividad frenética.
Juan Granados Pérez murió el 13 de junio del 2011, al caer la tarde. Su imaginación y su blog aún vivieron cerca de un año más, lo que quizás explique su gesto tranquilo y su permanente sonrisa.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

jueves, 20 de febrero de 2014

El novato - Sergio Fabián Salinas Sixtos




Juan despertó al dragón arrojando una piedra al morro de la bestia. Chasqueó los dedos, invocó la fuerza primigenia de Hüestel, lanzó las cenizas de lengua de dragón mezcladas con saliva de mandrágora. El fuego del dragón lo consumió en segundos. El hechizó paralizador de dragón que tanto practicó: falló.


Acerca del autor: Sergio Fabián Salinas Sixtos

martes, 18 de febrero de 2014

Sobre los tejados - Christian Lisboa





Sólo ella podía escuchar las suaves pisadas felinas en el piso flotante. Por la puerta de la cocina, desde el patio de luz comenzaron a entrar más gatos. La salida hacia la calle estaba bloqueada con cerraduras imposibles de franquear. No necesitó abrir el paso hacia la habitación del amo, pues él dejaba un resquicio para escuchar sus movimientos y dormía con la pistola al alcance de la mano. Cuando la sala de estar estuvo llena de cuerpos peludos que se acariciaban contra sus piernas, ella hizo un gesto y los invasores comenzaron a entrar en el dormitorio.
Salió al patio interior rodeado por muros de seis pisos de altura y comenzó a trepar, introduciendo la punta de los dedos entre los ladrillos. Lo hizo bastante rápido. Los gritos le llegaron cuando estaba en los techos. Aunque podía tomar posesión de esa casa, no volvería allí en mucho tiempo.


Acerca del autor:  Christian Lisboa

Glóbulos, kingkestrujas, flucsios – Daniel Alcoba



Omnívoro consecuente que soy, a la hora de comer vacilo entre los glóbulos iguales a naranjas de dos metros de diámetro, sobre seis patas de zancuda y los kingkestrujas, sus predadores, que recorren los humedales de las selvas sud ecuatoriales de P 3268 G Alpha Centauri con exprimidores mecánicos de tamaño colosal que arrastran en carretas de treinta y ocho ruedas tiradas por flucsios dodecápodos corniveletos de pelaje overo rosado.
Los flucsios, tienen una carne excelente para guisar. Se asan los todavía jóvenes, con cuernos no más grandes de un jeme.
En este planeta la naturaleza es tan cruel como en cualquier otra parte donde hay materia orgánica, vida en todas sus formas. Los kingkestrujas pasan a los glóbulos por los exprimidores como si éstos fueran naranjas, como si no fuesen animales inteligentes capaces de gritar, llorar, y entregarse a la muerte cantando una canción la mar de triste.


Acerca del autor: Daniel Alcoba