jueves, 31 de octubre de 2013

Mano de santo - Luisa Hurtado González


Después de un trabajo de meses, de la creación de una comisión para poner orden en la documentación asociada al pleito y del intento fallido de hacer un buen arreglo, el acusado, su defendido, un imbécil con mucha pasta, acababa de encender la hoguera en la que iba a ser quemado vivo. Eso es lo que pensó al verlo en todos los periódicos. Justo la noche anterior habían estado cenando juntos y, mientras leía el menú para escoger un plato de pescado, había vuelto a afirmar que jamás se haría al tonto o el loco aunque eso lo librase de la cárcel. Comprendía ahora, viéndolo en las noticias, que el imbécil al que defendía quizás no lo era tanto. “La clave está entonces en que todos crean que yo no estoy en mis cabales, ¿no es eso?”. Ahora incluso su propio abogado podría afirmarlo.

Sobre la autora: Luisa Hurtado González

Pasatiempo - Esteban Dublín


Cada vez que mi hermano menor recibía un regalo, lo primero que hacía era desbaratarlo para saber de qué estaba hecho. Lo recuerdo sacando la espuma de sus peluches, destruyendo sus carritos, destejiendo su ropa nueva. En mi papel de hermano mayor, siempre le advertía que alguna vez las cosas cobrarían venganza de sus travesuras. Sin embargo, lo único que logré con eso fue que perfeccionara sus técnicas de destrucción con elementos más sofisticados: cámaras, ordenadores, electrodomésticos. Una noche, mientras descomponía una lavadora nueva, desapareció. Mi madre, después de años de llantos y búsquedas fallidas, se niega a venderla.

Sobre el autor: Esteban Dublín
Tomado del blog:  Los Cuentitos

miércoles, 30 de octubre de 2013

C.A.D - Silvia Milos


Los C.A.D. (Con Ácido Desoxirribonucleico) habían sido un éxito. La gente los compró apenas los C.A.T. (Científicos Académicos Terrestres) opinaron que eran confiables. Mediante un trámite en la Central Dos, los entregaban totalmente envueltos por un Dron. Una vez que se ponían a punto mediante un chip, eran inmediatamente puestos a trabajar. El gen recombinante que tenían, los convertía en prototipos súper eficientes. Podían hacer de todo.
El problema surgió cuando descubrieron que por ser dependientes de un intrincado proceso de proteínas, se les agotaba la carga. Pero eso también lo tenían resuelto, un mecanismo de propiocepción les permitía saberlo antes de que eso pasara. Entonces, tan obvio como todo lo era en esos robots: lo obtenían de sus propios dueños.
Corrijo: el modelo C.A.D. podría haber sido un éxito.

Sobre la autora:  Silvia C. Milos

El gato envenenado – Sergio Gaut vel Hartman


Mi gato Atila se enfermó y lo llevé al hospital Fiorito. Dijeron que había comido veneno para ratas, lo que no deja de ser bastante surrealista, ya que uno no come la comida de sus enemigos, aunque tal vez lo gatos sí; nunca fui gato. Las entrañas de Atila parecían un matadero, con toda esa sangre chorreando por mil orificios. Luego de dos días de espera, me encaró el profesor Alexander Kurchatovinov, futuro premio Nobel de medicina, y me dijo:
—Las próximas veinticuatro horas determinarán si Atila tiene posibilidades de sobrevivir o no. —Pero lo dijo en ruso, por lo que solo hoy supe lo que dijo, demasiado tarde, cuando mi gato ya había sido vendido como liebre a un restaurante gourmet de Puerto Madero. Calculo en cuantas porciones puede haber sido dividido Atila y levanto apuestas sobre la cantidad de muertos que pueden resultar de esa ingesta.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

sábado, 26 de octubre de 2013

La última batalla en el templo de Tse Kim-tao – Sergio Gaut vel Hartman


Sin pensarlo, respondí con energía a desafío de la física. Trepé los escaños en diagonal al suelo, desafiando la lógica euclidiana e inaugurando otra, imprecisa y ambigua. Me quité la máscara y dejé que la corriente fría que venía de la claraboya refrescara las magulladuras de mi rostro. Mientras forcejeaba con mi propia naturaleza, los pesados dardos que lanzó mi oponente golpearon mi cuerpo con eficacia. Pero no tardé en descubrir que no enfrentaba a un joven samurai, diestro como un héroe y zurdo como el demonio, sino a un monje de setenta años, solo sustentado por su fe. Nada estaba perdido, comprendí, y me lancé sobre él sin calcular. Separados por un puño, me consolidé sobre la última viga y lo insulté de arriba abajo.
—¡Hijo de puta! ¡Sorete de cerdo! ¡Llaga purulenta!
Él bajo los brazos y se puso a llorar. Su dios lo había abandonado.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

Amor matemático - Daniel Sánchez Bonet


He sido atravesado por la flecha de Cupido una vez en la vida. He sentido temblores y escalofríos en más de 80 ocasiones. He notado una docena de mariposas bailar por mi estómago. He visto latir mi corazón a mil por hora y volar al tiempo a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo cuando él estaba aquí y cuando no, he contado también horas, minutos, segundos e incluso, milésimas de segundo. Le he dicho ¡Te quiero! 365 veces al año y he tenido con él, orgasmos de más de cinco minutos de duración. Sin embargo, por motivos que no sabría cuantificar, esta mañana, él ha decidido salir de la ecuación.

Tomado del blog Microrrelatos a peso
Sobre el autor:  Daniel Sánchez Bonet

viernes, 25 de octubre de 2013

Pesadilla - Luciano Doti


Estoy atrapado. El habitáculo que me contiene es estrecho y no tiene aberturas; de hecho, me cuesta respirar. Para colmo, me encuentro maniatado. De todas maneras, aunque pudiera zafar de mis ataduras, no podría ir a ningún lado. Se me ocurre que estoy en un féretro. ¡Oh, no! Mi peor pesadilla es realidad. Soy prisionero en un cajón de madera reservado a quienes han cruzado el límite que nos separa de la inmortalidad.
—¡Socorro! —No puedo hacer más que gritar, implorar ayuda. Me resulta imposible golpear la madera; la mortaja es tan ajustada como abrigada—. ¡Socorro!
Despierto con Dexter encima; es un perro fiel que me oyó gritar y acudió pronto. Tardo un instante en liberarme de la frazada que me tenía amortajado.

Sobre el autor: Luciano Doti

Ruleta rusa - Juan Jose Panno


En el Casino de Venecia, un duque y un conde italianos se proponían seducir a la bella muchacha moscovita de moldeados contornos. El duque apostó una fortuna a colorado y le anunció a la joven que con la ganancia realizarían un crucero por todo el mundo. El conde, para no ser menos, apostó un dineral a negro y adelantó a la chica que toda la ganancia se convertiría en collares de perlas para su fantástico cuello. ¡Ceroooooo!, cantó el croupier y le guiñó un ojo a la muchacha.

Acerca del autor:
Juan José Panno

Carrera de caparazones - Esteban Dublín


Los días eran felices en la casa del abuelo. Cada sábado, sin falta, llegaba corriendo a buscar los caracoles que se trepaban por el inmenso árbol plantado en la mitad del patio. Solía tomar dos de ellos, ponerlos en el suelo y trazar una línea de partida y otra de llegada. Los ubicaba en posición y cuando los soltaba, me recuerdo arengándolos para que ganaran una competición que podía durar horas. Una tarde, después de llegar del sepelio del abuelo, regresé. Descubrí que habían dispuesto una barbacoa en lugar del árbol y mientras caminaba, escuché como el crujir de una hojarasca. Retrocedí y observé que en realidad había pisado el caparazón del que podría ser el último caracol de ese patio. Me acurruqué para verlo y volví a gritarle como antes. «Vive, por favor», le decía. «Vive».

Tomado del blog: Los Cuentitos
Sobre el autor: Esteban Dublín

miércoles, 23 de octubre de 2013

El edificio - Raquel Sequeiro


Tengo siete brazos, una nariz en forma de trompeta, soy de color verde y vivo angustiado. En el piso de abajo, mi vecino, de color azul, orondo, sentado todo el día en el sofá, confabula. Llamo a la policía de rechoncho amarillo verdoso.
—¿Cómo sabe que confabula contra usted? —me preguntan a bocajarro, observando la bañera.
—Mi foca era de color verde. ¿A usted no le parece confabular? —miro a mi foca azul, tan deprimida que la he cambiado del estanque al baño para bañarme con ella.

Sobre la autora:  Raquel Sequeiro

El Pigmentador - Silvia Milos


—No quiero verla más —le dije. El Pigmentador asintió con la cabeza y me durmió. Al cabo de dos horas ya no veía.
—Noooo. Quiero que la saques de mi vista, ¿entendiste?
El Pigmentador llamó por sondas de baja frecuencias a su asistente. Pude percibir una intensa luminosidad a pesar de estar completamente ciego. Luego, entre los dos trabajaron al menos un día en mis ojos. A partir de ese momento el fluorocromo en mis pupilas hace que no la distinga. Ella, es completamente invisible para mí. El fluor rebota en sus moléculas y la rechaza, la luz que emiten mis ojos también impactan en los suyos. Ahora, lamentablemente Ella no me ve.

Sobre la autora: Silvia C. Milos

Descartes en el tren - Ana Caliyuri & Sergio Gaut vel Hartman


La filosofía es mi dilecta materia. Nada sé por no saber, nada sé para poder aprender, nada sé de mi… o poco. Solo sé que acabo de bajar del tren en una estación cuasi espacial. Nieva y lo único generoso que hallo a mano es la mano (valga la redundancia) de Descartes. Estoy dudando como loca en dirección contraria, pero dudando si he de volver a subir a ese tren o es el destino quien me deja en el andén. Es el destino, concluyo cuando un adolescente se acerca con el mazo en la mano.
—Quisiera descartar tres cartas —digo temblando.
—¿Las escribió usted?
—Creo que sí.
—No son buenas. Y esto no es un mazo de naipes sino un mazo de amazar. —No llego a corregirlo cuando el mazo se descarga sobre mi occipital. Como ya no está Descartes para tenderme una mano muero filosóficamente; no conozco otro modo.

Sobre los autores:
Ana María Caliyuri
Sergio Gaut vel Hartman

lunes, 21 de octubre de 2013

Vislumbrar de un pesimista — Cristian Cano


Aparece de golpe el clima frío y nos encuentra a las corridas porque nadie quiere quedarse afuera, en remera, para que se le escarche el lomo. Las puertas cierran y las salamandras se abren: explotan los nudos duros y bostezan hasta la madrugada. Acá nadie quiere que la helada venga. Es más, ni en el calor abrasador asoma su nombre. Al frío nadie lo quiere porque es un poco El severo. Lo extraño es que, gracias a él, todo el mundo se presta más atención y muchas personas se sienten queridas.

Acerca del autor:
Cristian Cano

Para no verla caer - Mario Cesar Lamique


No fue el primero pero quizás el más certero, el golpe más preciso.
Su esposo le dio la espalda para no verla caer.
Cayó de apoco, lentamente como planeando en el aire, cayó como hoja de árbol o de papel, cayó como bolsa llena de papas u otra hortaliza,cayó como visita inesperada, como dentro del área penal, cayó como moneda de diez centavos como chaparrón como balde de lluvia fría.
Cayó, calló.

Acerca del autor: 

sábado, 19 de octubre de 2013

Figuras en el cielo – Esteban Dublin


Después de batir todos los récords, el funambulista buscó un nuevo reto: atravesar el mundo en la cuerda floja. Fue catalogado de loco por todos los empresarios a los que les presentó el proyecto, así que emprendió la financiación de su idea por sí mismo. Con el tiempo y el apoyo de los morbosos, consiguió los recursos necesarios. Así que ya lo sabe: si mira hacia arriba y observa una figura celeste moviéndose, no se trata de una estrella. Absténgase

Tomado del blog: Los Cuentitos
Sobre el autor: Esteban Dublín

Regreso al diccionario - Pedro Peinado Galisteo


Emplean cientos de palabras hasta que logran seducir al otro, pero la voracidad con que luego se acarician las desgasta por completo. Para despedirse recurren a torpes sonidos desarticulados y cuando regresan a sus apartamentos se sienten muy solos, hasta que aprenden de nuevo el abecedario.


Sobre el autor: Pedro Peinado Galisteo
De Gaviota de Azogue 163

Compromiso ficción - Cristian Cano


Al no explicar el por qué de muchas ficciones los enraizados personajes principales mistifican su esencia. El que comparte la vida de estos individuos también es tocado por sus pasiones. De la misma manera refleja sus intrigas y rechazos sintiéndose parte.
Una gran porción de la verosimilitud que la ficción necesita es la falta de una explicación; la que puede quedar en manos del lector y así implicarlo en la situación. Se logra animar toda la historia entretejiendo aún mejor sus propias realidades.

Sobre el autor: Cristian Cano

jueves, 17 de octubre de 2013

A mano armada - Fernando Andrés Puga

A mano armada

Ahora que te veo ahí, tirada entre los almohadones que trajimos de Marruecos, arruinándolos con la sangre que mana de esa herida mortal que estalló en tu cabeza, resbalo hacia el vacío del remordimiento.
Cuando abra la caja fuerte confirmaré que están a salvo los billetes, los documentos, las escrituras, las joyas de la abuela… pero no te traerá de vuelta la llave que no les quise dar. La llave que escondí entre mis piernas. La llave que ahora arde en mi mano y la derrite hasta llegar al hueso.

Sobre el autor: Fernando Puga

Desastres Temporales - Virginia Cortés


A – Es todo muy interesante, pero si me disculpa usted, debo retirarme; la naturaleza llama…
B – Ah, claro. Desea usted ir al toilette, por supuesto.
A – Su apreciación es correcta.
B – Bien. ¿Y si no lo disculpo?
A – Tendré que insistir y convencerlo a través de la dialéctica. No sólo es un gran recurso sino que yo estoy, además, muy versado en la materia. Nos va a demorar un par de horas, tal vez, y le aseguro que usted me terminará disculpando.
B – Comprendo. Lo disculpo inmediatamente entonces ya que tengo un compromiso horario ineludible.
A – ¿Con la naturaleza?
Risa forzada del caballero B.

Sobre la autora: Virginia Cortés

martes, 15 de octubre de 2013

Mal de muchos... - Fernando Andrés Puga

Mal de muchos...

Primero la vieja de al lado, ayudándose con el andador. Después el chico raro de la otra cuadra riéndose a carcajadas vaya a saber uno de qué. Por la esquina asoma el muchacho que quedó postrado luego del accidente de moto; lo arrastra su madre que apenas si ve detrás de esos gruesos anteojos. En fin... sólo resta que salga la chica de la casa de enfrente que quedó desfigurada por la explosión del calefón y estamos todos. Mejor bajo la cortina. Si no dejo de mirar a la gente que pasa no voy a poder seguir rezongando por esta falta de inspiración.

Sobre el autor:  Fernando Puga

Ser o no ser - Lucila Adela Guzman


“Yo soy”. Debería haber sólo dos opciones para adornar esta frase... Una opción, la más humilde, sería encerrándola entre los garfios de una pregunta. La otra opción lógica, a mi entender, sería adosándole un contundente punto final. Así evitaríamos estos floripondios tristes que usa la gente para hablar de sí misma y que sólo consiguen descuartizar nuestra posibilidad de ser aquello que es.

Sobre la autora: Lucila Adela Guzmán

lunes, 14 de octubre de 2013

Perseguir y alcanzar - Sergio Gaut vel Hartman


Había probado con casi todo, pero no obtuvo buenos resultado en nada. Así que decidió cambiar y en vez de perseguir el éxito se dedicó a provocar el fracaso ajeno. Un día descubrió que un filósofo alemán le había puesto nombre al placer por la desgracia ajena: schadenfreunde, lo llamó. Esa idea le gustó tanto que empezó a estudiar filosofía, algo que jamás se le hubiera ocurrido en su vida anterior; se recibió con honores, alcanzó un enorme prestigio como catedrático y se casó con una famosa actriz, dejando a su paso un tendal de desgraciados. Lo que no previó es que alguien descubriría por casualidad las herramientas que él había utilizado para provocar el fracaso ajeno, decidió utilizarlas y le hizo perder el invicto.

Acerca del autor:

Poemas itinerantes - Daniel Alcoba


Está probado que es posible escribir poemas sobre los élitros de las cucarachas, empleando un marcador de punta ultra fina con tinta blanca al agua. Se trata de una nueva práctica amorosa hacia los seres vivos, todos; en lugar de aplastarlos de un pisotón o darles garrotazos con la escoba, el paraguas, el martillo.
También reflexioné a continuación que si esta práctica cundiera y llegase a ser pública, además de la existencia de las cucarachas cambiaría también el destino de la poesía: una buena parte del corpus poético, millones de cuartetas, de coplas, de madrigales, de sonetos, viviría en la clandestinidad de las cloacas, cañerías, contenedores de basura y cocinas domésticas. Y en ese mundo de élitros cubiertos de versos, en lugar de bibliófilos y lectores de poesía habría sobre todo, coleccionistas de cucarachas legibles.

Sobre el autor: Daniel Alcoba

Bromista - Luciano Doti


Empezó a toser en medio del colectivo. Luego sacó una grabadora y dijo en voz baja, aunque de manera que los pasajeros más próximos a él pudieran oírlo:
—Día 9, el virus ha mutado. Necesito hallar el antídoto.
En la parada siguiente, se bajaron esos pasajeros. Él sonrió satisfecho. Siempre había sido un bromista.

Sobre el autor: Luciano Doti

Café - Raquel Sequeiro


Tengo frío pero ella no lo sabe. Siento miedo, se nubla mi visión, caigo al suelo degenerado por los transistores. Ella no lo sabe. En mi cuerpo algo me mata. Pierdo sangre, me quedo dormido. En algún momento se dará cuenta del cuchillo clavado en la espalda. Cierra la puerta y hace café, oloroso, esponjoso, rico aroma. Y yo me derrito como un trozo de basto chocolate entre las lenguas pérfidas de las baldosas.

Sobre la autora: Raquel Sequeiro

Incurables – Ériq Sáñez



La enfermedad suele afectar en primera instancia a los adolescentes, de los cuales fallecen los más débiles. El resto, salvo por algunas secuelas y recaídas consigue, de este trance, la madurez. Las cicatrices van desde finos pinchazos que sólo un fiel cónyuge podría atisbar hasta los más purulentos chancros del alma. Hay gente tan desquiciada que frecuenta lugares públicos tratando de infectarse. Aún a sabiendas del riesgo, se han hecho cada vez más populares las fiestas "de contagio," pues se dice que es mejor haberlo tenido (cicatrices y todo) que arriesgarse a que nos llegue cuando uno ya no tiene las mismas defensas. Y es que si uno llega a ser adulto sin haberse enamorado este mal, irremediablemente, resulta letal.

Acerca del autor:
Ériq Sáñez

viernes, 11 de octubre de 2013

Sagrada pereza - Lucila Adela Guzmán


El núcleo del invierno me es triste y hace que mi pecado sea más leve, quedarse quieta, oteando en la catedral de sábanas que me cobija, un ensueño que insiste en llevarme lejos, no sé si lejos de mí. En este ensueño todo es perfectamente ubicado para generar placidez. La pereza no debería tildarse de pecado sino clasificarse como un momento de sagrada nada, en donde remolonear sin usar el cuerpo, que allí quiere quedarse quieto para sostener con un mínimo de esfuerzo un paraíso imaginario.

Sobre la autora: Lucila Adela Guzmán

Minotauros en tierras bíblicas - Daniel Alcoba


Los minotauros llegaron a los territorios bíblicos siguiendo a los ejércitos de Alejandro Magno, en dos tandas. En 334 a.C., tres ejemplares que seguían al ejército de noche, para que no los viesen. Ni para pastar soportan sociedad con gente o vacas. La segunda tanda, otros seis, llegó igual, clandestina tras las huestes Ptolomeo. No obstante los fenicios, los cananeos, los filisteos, los ismaelitas y otros pueblos con prepucio, adoraban al cornudo Baal al que ofrendaban niños de hasta cuatro años en sacrificio.

En parte los minotauros son responsables de la creación del cenobio de Qumram. Los esenios no soportaban verlos pacer a orillas del Jordán, paseándose en dos patas y levantando los cuernos como quien porta un estandarte.

Cuando llegó Tito en el 70, los nueve minotauros aún pacían por los noches a orillas del Tigris, en el Delta del Nilo o junto a la fuente de Siloé.

Sobre el autor: Daniel Alcoba

Lado B - Sergio Gaut vel Hartman


—¡Vamos, rápido! ¡Arreglen este desastre! —Blancanieves estaba nerviosa, agitada, a punto de perder los estribos—. ¡Vienen los de la CNN, carajo! ¡Vienen a hacerme un reportaje y no quiero que sospechen nada!
—¿Qué sospechen qué? —preguntó Félix, con fingida inocencia.
—¿Son tontos o imbéciles? ¡Nadie lo tiene que saber! ¡Nadie! —La voz de Blancanieves alcanzó la terraza de la histeria. Pero eso no fue obstáculo para que se afanara cambiando sábanas, guardando objetos de uso indefinible y tirando a la basura la mitad de lo que encontraba sin que los enanos movieran un dedo.
—Sin embargo —susurró Doc al oído de Bufón—, un poco de escándalo no vendría mal. —Bufón asintió entusiasmado y pensó en todo lo que harían con el dinero que el canal Venus les había pagado por el video.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

miércoles, 9 de octubre de 2013

Caramba - Héctor Ranea


¡El problema que tuvo el Conde Vlad Tepes! Por un extraordinario giro del destino, su cajón se convirtió en una máquina del tiempo y lo llevaba sistemáticamente para atrás. No sería demasiado problema de no ser porque llegaba siempre después de haber desangrado él mismo a la misma jovenzuela. Casi se muere de hambre, pero esa es otra historia.

Sobre el autor:  Héctor Ranea

Mas acá de todo - Sergio Gaut vel Hartman



Nuestro navegador puede compararse con esos grandes matemáticos que trabajaban en la creación de un espacio a prueba de imbéciles. Pero él se limita a marcar palabras que encuentra diseminadas por el océano léxico, rémoras de frases putrefactas que cuelgan, como apéndices vestigiales, de las ficciones de los novatos, torpezas e impericias, desaciertos, ignorancia, estupidez... ¿Disfruta? ¡Por favor! Sufre como una ninfa junto al teléfono, imagina cataclismos, finales irreversibles y ataques de todos los colores. ¿Quién ataca? Todos. Nadie. En su universo se postula la idea de que lo que existe es el producto de una construcción semántica, late el poder del rabino de Praga y vive engrillada la obsesión de Víctor Frankenstein. ¿Quién se atreverá a decirle que todo es cierto, pero que el manipulador no es un demiurgo sino el patético ganador del último premio Nobel de Literatura? No yo, por cierto, no yo.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman


Susurros a pleno pulmón - Esteban Dublín


Cae granizo sobre el asfalto. Cambia el semáforo de rojo a amarillo. Miro pasar la calle al son de los truenos a mi Eva, como diría Sabina. Abro mi paraguas. Pienso ofrecérselo para que deje de empaparse. Tambaleo en mis pensamientos. Cae mi Giraluna, como diría Aute. Cambio a parecer al ver al zoquete de Cubero ayudar a mi muchacha ojos de papel, como diría Spinetta. Arrojo mi paraguas contra el suelo. Besa el imbécil de Cubero a la Matilde mi cielo, Matilde mi estrella, como diría Pedro Guerra. Muero lento. Nace un cuento.


Tomado del blog: Los Cuentitos
Sobre el autor: Esteban Dublín

lunes, 7 de octubre de 2013

Retroactivo - Sergio Gaut vel Hartman


Maquinaldo Tempone no inventó el DTC (Dispositivo de Traslación Cronoléptica) para encarar un frívolo experimento literario. Es un hombre ético y preocupado por la justicia. Así que elige el primero de los 17.800.000 resultados de "ponerse" obtenidos gracias a Google —que como cualquiera que lo desee puede comprobar es “cómo ponerse un condón”—, convierte el texto en un elástico casi infinito y retrocede, como en el juego de la oca, a la primera palabra del resultado, que es “cierta”. Fortalecido por la certeza, Maquinaldo se enrolla en el condón y va a parar a la China en el mismo momento en que el emperador Chen-Nung descubre el té. El emperador no se sorprende en absoluto por la intempestiva aparición de Maquinaldo Tempone y le ofrece una taza. Maquinaldo acepta. Beben mucho té. A las siete Maquinaldo corta el condón y regresa al presente.

Acerca del autor:

El príncipe de Transilvania – Luciano Doti


Cuenta una leyenda medieval que un joven turco encontró una lámpara mientras paseaba por el campo, y tras frotarla, apareció un genio que le dijo:
—Pídeme lo que desees.
—Deseo una alfombra mágica para volar a donde yo quiera, y que mi sangre sea inmortal.
El genio le concedió ambas cosas, y en uno de sus viajes, el turco fue a la frontera del imperio otomano, en Transilvania. Allí fue atacado por un príncipe que tenía la costumbre de empalar a los invasores y beber su sangre. El turco murió, ya que si bien por sus venas corría fluido inmortal, su cuerpo no resistió el ser atravesado y destrozado por una lanza de madera. El príncipe adquirió la inmortalidad y continuó con su hábito de beber sangre, pero a diferencia del turco, tomó la precaución de no dejarse atravesar nunca por algún objeto de madera.

Acerca del autor:

Los lunáticos del tic-tac en la Luna oscura están en mi cabeza – Héctor Ranea


—¡Buenas, vengo por mi tema!
El empleado miró en su monitor.
—¿Número?
—¡Veintidós!
—Hoy no tiene. ¡Que pase el que sigue!
Pasa el siguiente.
—¡Buenas, vengo por mi tema!
—¿Número?
—¡Veintidós!
—Hoy le va la inflación y el proceso migratorio de querubes.
—¡Carajo! No lo estudié —murmuró al irse—. ¿Puedo repetir el de ayer? —preguntó, pero el empleado ya atendía al próximo veintidós.
—¡Carajo! Cuando me dijeron que cada loco tendría su tema me imaginé otra cosa —masculló sacudiendo la cabeza.
Un señor petiso y de grandes orejas, lleno de tierra en sus zapatos, le avisó:
—Señor, se le cayó la cabeza.
—Debió haber sido cuando la sacudí —dijo el veintidós—. No gano para sustos.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

El secreto - Raquel Sequeiro


Abrió la tapa de la casa (un tejado rojo y plomizo de antes de la guerra mundial), metió las dos manos y sacó a dos muñecos, les peinó el pelo, les atusó las ropas, pasándoles un cepillito diminuto. De entre todas las exquisiteces que su padre le había traído de Viena, la casita victoriana era la más hermosa,no obstante, Alberta pensó en la prótesis de un niño judío y se la lanzó al perro. Los dos muñecos se miraban. Yo volví el rostro al centro de la casita.

Acerca de la autora:

jueves, 3 de octubre de 2013

Palabras atrapadas en servilletas de papel robadas de un bar – María del Pilar Jorge

Para las palabras rebeldes, caprichosas, que aparecen y se escapan, como los duendes, los trasgos y los espíritus efímeros, son buenas las servilletas de papel. Esas servilletas que, en las mesas del bar, aguardan una boca ávida, que deje en ellas su marca. Pero nosotros sabemos que también están ahí para que podamos capturar palabras tiernas como croissants recién salidas del horno. Por eso, cuando las palabras esquivas llegan por fin, no podemos evitarlo; la pulsión es más fuerte: las atrapamos. Junto a ellas, llegan apresurados pensamientos y sueños fugaces. Pagamos nuestro café y nos alejamos felices, la servilleta guardada en un bolsillo o en la cartera: porque la consigna es seguir escribiendo, seguir viviendo un poco, un poquito más cada día en esas palabras, atrapadas en las servilletas de papel robadas de un bar.

Sobre la autora: María del Pilar Jorge