domingo, 29 de septiembre de 2013

Paradoja ficcional - Sergio Gaut vel Hartman


—Arruinaste mi novela —protestó el escritor; estaba muy enojado.
—No me hubieras creado —respondió el personaje con displicencia.
—¡Soy el dueño y señor de mis ficciones!
—No tanto, pero en ese caso no habría nada de qué preocuparse, ¿no es cierto? —El personaje se levantó y se dirigió hacia la salida.
—¡Un momento! Negociemos.
—No hay nada que negociar. Me creaste con determinadas características; no puedo contrariar mi naturaleza. Y mi naturaleza es tu elección.
—¡No tenías derecho a contar el final de la obra cada vez que aparecías en escena!
—Estás pasando por alto un detalle esencial: en tu novela soy Drafenón, el mago: hechicero y augur, alquimista, nigromante y cabalista. Predecir el futuro es mi talento, pero también mi carga. Y ahora predigo que para eliminarme no tendrás más remedio que arrojar al fuego el esfuerzo de tres años.

Acerca del autor:

Curriculum Vitæ – Héctor Ranea

—Tengo oído de tísico, olfato de perro, vista de águila, dientes de tiburón, manos de herrero, piernas de guepardo, melena de león, nariz de ciego que busca longaniza, ojo de lechuza, orejas de liebre, piel de asno, cojones de mulo, cola de bagre, labios de mandril, tacto de cirujano, orientación de paloma, pelos de Marilyn, verborragia de Demóstenes, luzco como una corbata de Zegna —comencé.
—¿Zegna, dijo? —me preguntó el Cuestionador.
—Ermenegildo Zegna.
—¡Ah! —exclamó sin entusiasmo.
—¿Gusto?
—De buon gustaio, jefe de cocina.
—¡Qué pase el siguiente! —gritó sin mirarme.
Cada vez vienen más exigentes los autores. Piden personajes de novela con demasiadas aptitudes. Nunca consigo laburo. La última vez fue con Gargantúa y yo hacía de entremés.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

viernes, 27 de septiembre de 2013

Soy un libro - Raquel Sequeiro


En el anaquel se la izquierda está ese libro avejentado que yo escondí entre todos los libros que quedan en el mundo. La guerra fría se llevó todos a un bunker, incluso a mis hijos, a los hijos de mis hijos y a los hijos de los hijos de mis hijos. He vuelto a ser un árbol frondoso. Los habitantes de las islas se recuestan en mis ramas y, antes de dormir, abren un libro.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro

Virtudes de un antagonista - Esteban Dublín




Llega un momento para todo ser humano en el que la naturaleza le impone un enemigo. Un adversario al cual es preciso vencer en las lides que impone la vida, un rival que hace obligatoria esa dolorosa preparación previa al primer campanazo. Y como el hombre es competitivo per se, este oponente se hace vital, necesario, útil. Sin él, el combate pierde sentido y las ansias de triunfo quedan relegadas a un anecdotario inútil. Solo un enemigo es capaz de sacar lo mejor de su contrincante. Solo un verdadero antagonista puede consolidar las virtudes de su oponente. Por eso, amor mío, no me juzgues. Por eso es que yo soy el tuyo.

Sobre el autor:

Tomado del blog:

Simplicidad – Ana Caliyuri


La simplicidad es un camino directo, de sueño ligero y pies descalzos. Una forma aguda del alma y el pensamiento que hace posible abordar el bullicio o el silencio hasta descerrajarlos. Un estado del corazón carente de malicia, una huella que camina la acera con la pureza de la lengua entre las manos. Un sonar que alarma, una clara simbiosis con la naturaleza, un ir y venir por los enigmas que encierra la existencia a sabiendas de lo efímera que es la huella. Un modo de vuelo imperceptible y sereno.

Sobre la autora:

lunes, 23 de septiembre de 2013

Planos de vida – Sergio Gaut vel Hartman


Remigio despertó con la sensación de haber perdido un amor entre los pliegues del sueño. Estaba tan conmocionado por la pérdida que demoró un buen rato en comprender dónde se hallaba. Pero la misma habitación gris de todos los días, colmada de objetos mustios y sin vida, le procuró la respuesta que tanto ansiaba: este es el sueño, Remigio, le dijeron los trapos y las sillas astilladas, los escasos cubiertos y los cuadros oscuros; la existencia real es la que abandonaste al despertar; Leticia, sus labios dulces, sus abrazos, eso es real, ¿entendés? Remigio entendió, pero por alguna razón incomprensible, no pudo volver a dormirse, nunca más.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

sábado, 21 de septiembre de 2013

Luna traicionera - Rodrigo Sgorlo Salvo



Observó la luna fijamente; la noche era fresca y clara, se sintió distinto, sus sentidos se tornaron infinitos. Presintió los pasos de la gente por el camino y poseído por la leyenda y el instinto saltó al encuentro de sus víctimas; no podía evitarlo, ellos tampoco: ya estaban frente a él indefensos y vulnerables. La voz aflautada de la mujer se amplificó en el silencio zumbón del parque.
—¡Ay Carlos, quermosooo el michifuuzzz! ¡Vamoallevarlosno pa´ las casaaaa!

Un cuento que se cuenta a sí mismo – Sergio Gaut vel Hartman


—¿Un cuento que se cuenta a sí mismo? No entiendo. ¡Es muy difícil! —La niña cerró el libro y golpeó la cubierta. Pero el libro se volvió a abrir y habló.
—No es tan difícil para una niña inteligente. ¿Acaso no te estoy hablando en este mismo momento?
—Claro, pero esto es una fantasía del escritor; no es de verdad.
—No estés tan segura de lo que es real y lo que no lo es —insistió el libro—. Si te hago vivir la historia, te emociono, te asusto, te divierto, he cumplido mi objetivo. Soy real.
—¿Otra realidad?
—Otra forma de verla. Si una moneda está sobre la mesa solo vemos una cara, ¿cierto?
—Cierto.
—Pero la otra cara sigue existiendo. Si fuéramos capaces de meternos entre la mesa y la moneda...
—¡Ahora lo entendí! Contame más.
El libro se cerró y en la mente de la niña se encendió esta historia.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Ilustración de Delfina Porolli Triffiletti

jueves, 19 de septiembre de 2013

Experimento literario - Sergio Gaut vel Hartman


Maquinaldo Tempone encara un experimento literario que consiste en ponerse el dedo índice en la sien y moverlo como quien atornilla un tornillo en una tuerca. O lo que es casi lo mismo, salta de un noveno piso sin medir las consecuencias... ni la altura del edificio. (Menos mal que me fui por las ramas y las ramas detienen la caída de Maquinaldo). No obstante, el experimento literario no cesa. Maquinaldo saca del bolsillo su DTC (Dispositivo de Traslación Cronoléptica) y retrocede, como en el juego de la oca, a la primera palabra del experimento literario, que no es, como algún trasnochado pretende haber adivinado, “Maquinaldo”, sino otra, “ponerse”. Maquinaldo pone “ponerse” en la caja de Google y obtiene 17.800.000 resultados. Ahora sí, cuenta las palabras y lo da por terminado, considerando que el experimento literario ha sido todo un éxito.

Acerca del autor:

El infierno de los filósofos - Héctor Ranea



Sócrates no creía lo que veía. Llegó Lao Tse a su hexedra del infierno y se levantó de su tumba Pico Della Mirandola para conversar cabeza a cabeza con el caminante que nunca se movió. Le permitieron venir a Leonardo a visitarlo. Marx recordó el poema: sólo quienes saben estar padeciendo un mal, no lo padecen y le recordó que, en algún lugar de sus Tesis, lo citaba sin citarlo. Sócrates se frotaba los ojos para arrancarse el pasmo, porque según él veía las cosas (la cicuta clarifica el intelecto) él pronunció esas aladas palabras antes que el chino. Pero claro, el recién venido, de la mano de Borges, Macedonio, el inefable Nietzsche y el danés que seguía analizando el Sacrificio de Isaac, era la estrella. La genial Xantipa le dijo:
—Convencete, gordo, a los ídolos ahora los pergeñan los medios.

El autor: Héctor Ranea

martes, 17 de septiembre de 2013

Certeza - Sergio Gaut vel Hartman


El e-mail de Federico vino rematado por una sentencia concluyente: “El autor del cuento que te envío existe; no es uno de esos seudónimos ad hoc que tanto te fastidian”. ¡Cómo me conoce mi amigo! Pero qué poco sabe...
¿Es posible determinar que alguien existe en tiempos de enmascarados sin gloria, cuando cualquiera puede ser el fraude de sí mismo? No, no es posible. Y para colmo, dado que la constatación es, por fuerza, virtual, las certezas adelgazan hasta volverse anoréxicas.
Sin embargo, este es un caso diferente: Federico no se equivoca, sé que Arsénico Schoin, el autor del cuento de marras, existe, es real... porque he sido testigo de la feroz pelea de dos hembras por ese galán. Y nadie se deja hacer guiñapo por un simple nick. ¿O todavía debo una materia y sigo sin entender lo esencial?

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman


La mirada – Héctor Ranea



¿Y qué tal si miro decidido la jaula de los pájaros cautivos, la miro tanto y tan intensamente que logro que ellos resuciten volando fuera de la jaula?
Mi mujer dice que es imposible, me insulta, me gobierna; quiere mover la jaula nuevamente, vaciarla de los pájaros muertos, de sus plumas tan suaves que de mirarlas se me llenan los ojos de lágrimas.
¿Qué puedo hacer con mi mirada que devuelva a estos pájaros la vida? ¿Qué tal si la fijo en los barrotes, de eso que fue también su tumba y los revivo?
¿Podrán perdonarme los pájaros por haberlos matado?


Acerca del autor:
Héctor Ranea

Año 2024 - Raquel Sequeiro


No han caído en la cuenta de que, desde hace mucho, nadie sale de casa, las calles están desiertas, en los patios del colegio no se oye a ningún niño, la leucemia los ha derrotado a todos. Ya no se dan cuenta que el mundo no es blanco y negro, sino de colores. Ya no entienden, ni evalúan.
Yo me he dado cuenta, en el silencio de las teclas del ordenador, que este pueblo vacío está congelado y que, para descongelarlo, tendré que volver.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro

El Amo del Mal – Luciano Doti


De chico, Diego había leído los libros de la colección “Elige tu propia aventura”, empezando por el titulado “Guerra contra el Amo del Mal”. De más está decir que este “Amo del Mal” era considerado un personaje de ficción.
Un par de décadas después, la tecnología dominaba todo y casi no quedaba una sola persona sin su propio teléfono celular. Además, las campañas de marketing viral eran moneda corriente; cada vez más gente estaba dispuesta a claudicar ante las encantadoras sugerencias de los telemárketers.
El Amo del Mal, que seguía esta realidad desde su lejana galaxia, decidió que era el momento de dominar la Tierra. Se valió de un call-center e hizo llamar a los que serían sus primeros adeptos: “Si decides obedecer, marca 1; de lo contrario, marca 2.”, rezaba el final del mensaje.
Sin dudar, Diego y los demás, curiosamente todos lectores del mismo libro, marcaron 1.

Acerca del autor:
Luciano Doti

domingo, 15 de septiembre de 2013

Acto de desagravio – Sergio Gaut vel Hartman


Lo tenía a mi merced.
—¿No sabías que esto ocurriría, tarde o temprano? ¿Tu ciencia infalible te abandonó?
Dos lágrimas como gotas de aceite rodaron por sus mejillas.
—¡No, por favor! —suplicó—, no me haga nada.
Desenfundé el kriss que me había regalado Sandokan.
—¿Cómo que no? ¡Por todas las porquerías que tuve que soportar! —Le pinché el pecho con la punta del arma; una flor roja decoró la camisa.
—¡No! —mugió.
—¡Pobre astrólogo! —hundí el kriss hasta la empuñadura. Los planetas no se movieron de sus órbitas, como si no hubiera ocurrido nada.

Acerca del autor:


En el lejano oeste - Sergio Fabián Salinas Sixtos


El pistolero blanco se bate a duelo contra el pistolero negro, las balas cruzan el espacio y una logra impactarse contra el pecho del pistolero blanco pulverizándolo; la heroína corre y abraza el cuerpo moribundo del pistolero blanco. El pistolero negro ríe a mandíbula batiente, hace una reverencia y huye de la escena a todo galope. La palabra: Fin, aparece en la pantalla. La rechifla del público espectador es patente entre gritos y maldiciones. La turba enardecida destroza la sala de cine y hace pasto de las llamas el complejo cinematográfico... Desde ese día: productores, directores y guionistas, procuran que el bien siempre triunfe.

Acerca del autor:
Sergio Fabián Salinas Sixtos

Percepción - Lucila Adela Guzmán


Las frecuencias de luz que perciben los humanos son decodificadas de manera tal que sus cerebros las puedan entender, siempre tratando de asemejarlas a lo ya conocido. Sólo nosotros, que vemos un rango de luz ilimitado, las entendemos de esta forma inenarrable. ¿Cómo explicar el color de la muerte a un terrícola? ¿Ve? Es imposible. Así es que, yo que usted, ni lo intentaría. A ellos les gusta eso del “eterno retorno de lo mismo”. Sin ir más lejos, el otro día encontré a uno que me vio... ¡Sí! ¡Sí! Estoy seguro que algo percibió, pero cuando quiso interpretar lo que veía, me colocó un gorrito rojo en la cabeza y me dibujó duende.

Acerca de la autora:
Lucila Adela Guzmán

Evento - Cristian Cano


El deslizador descendió sumido en un silencio filoso. Mediante especulaciones la gente detuvo su andar y quedó atenta. La forma de una lágrima color gris oscuro no reflejaba brillos y, por alguna razón desconocida, los vehículos dejaron de transitar. De repente una figura que constituía asombros y miedos, una mantis religiosa, caminó unos metros hasta las personas las apabulló  verdosamente. Dos metros de altura y ochenta kilos de peso fueron suficientes para las mentes más culturales. Temiblemente telepática e intuitiva a niveles desconcertantes revolvió deseos y odios. Certificó errores y dedujo posibilidades. Hoy nadie quiere hablar del acontecimiento. Lo que sucedió se diluye día a día en las células de la memoria. Otros, observamos el inolvidable cuadro a parte para no encastrar con las virtudes que nos enseñan.

Acerca del autor:
Cristian Cano

Rigor mortis - Raquel Sequeiro


El peatón cruzó a paso ligero dos pasos de peatones verdes, un cuarteto de escaleras rojas y siseantes, un mirador y a un marinero impertérrito mirando al mar.
Me hago mayor susurró el viejo—. No sabía nada de Ciudad Fantasía. ¿El reto de no perder la ilusión, le llamáis? —agregó, sin dejar de mirar por el diminuto agujero.
Si no dejas el catalejo, viejo, todo lo verás disforme. Acércate a la ventana. Yo me voy a trabajar; aún tengo que cruzar un acueducto.

Acerca de la autora:

viernes, 13 de septiembre de 2013

Natural - Javier Flores Letelier


Podría intentar desaparecer, convencerme de nunca haber existido como la mayoría lo hace sin razón, para luego ser interceptado o no por alguien que en su labor diaria debe fingir interés en los recovecos de la estupidez y la gloria, armándose en nombre de lo que significa ser un ciudadano y con el estigma inevitable en las manos de estar cumpliendo una función siempre extraña y ajena. De cualquier manera, no hay regreso hacia tu primer entendimiento de la vida después de los tres segundos indivisibles en los que tomas la decisión de matar a alguien. Me quedaré acá a esperar hasta que nazca de su pecho quebrado la leyenda científica del fuego fatuo, hasta que sea demasiado tarde para todos poder elegir creer o no creer: sólo así el calabozo será, finalmente, el purgatorio que el alma requiere concebir.

Acerca del autor:
Javier Flores Letelier


El pueblo - Raquel Sequeiro


Cuando tengo los ojos azules, mi frente es de un color cerúleo. Nada de esto preserva una gran importancia: mi incapacidad para cortarme las uñas, sí, o para jugar al bádminton, o para comer chicle, pese a que soy juez y tengo cuatro hijos, que, en el árbol genealógico serían señalados como murciélagos, otros tantos como licántropos y unos pocos como vampiros y hadas; con semejante descendencia apenas puedo cerrar los ojos un instante al día, a lo sumo. Por suerte las brujas del pueblo empiezan a cotillear y ya sabemos aquí que de parecer a ser hay un corto trecho.

Acerca de la autora:

Eterno retorno - Sergio Gaut vel Hartman


Casi diría que me gustó que me vapuleara. Tenía esas cualidades que uno no espera de las mujeres. Además de hermosa, colorida, graciosa y sensual, su voz monótona indicaba que no era un ser humano. ¿Un androide? ¿Un ser traído de otro sistema solar por un aficionado a las películas de ciencia ficción que pasaban en la tele? Pregunté.
—¿Es usted un androide, un ser extraterrestre?
Me pegó una bofetada que repercutió a lo largo de todo el universo. Cientos de manuscritos cayeron de los estantes y perdieron hojas preciosas. El terremoto afectó especialmente a los libros de superación personal, que por una vez no encontraron remedio para sus propios problemas. Ahora el asunto era plasmarlo en el papel para salir del círculo vicioso. Pero el tiempo se acabó: conectaron la Máquina de Dios y el universo se fue por el sumidero.

Acerca del autor:

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La lección del maestro - Sergio Gaut vel Hartman


—¿Quién eres? —preguntó Napoleón Bonaparte, moribundo.
—El que te envenenó —respondió el hombre delgado, de aspecto enfermizo.
—Pero ¿quién eres? —insistió Napoleón.
—Nicolás Maquiavelo, un servidor.
—¿Y por qué me matas?
—Para robarte los preciosos manuscritos que has ido acumulando todos estos años. Santa Helena ha sido un buen ámbito para tu talento.
—¿Qué harás con ellos? —logró articular el que fuera emperador, ya sin aliento.
—Los iré publicando, poco a poco. Un juego para mitigar la soledad del inmortal... y crecentar aún más mi fortuna.
—Pura codicia... entonces... —alcanzó a murmurar el corso antes de expirar.
—El fin justifica los medios, maestro. Tú me enseñaste: poco importa lo demás, el éxito es la medida de todas las cosas.
Maquiavelo terminó de empaquetar los manuscritos y salió de la habitación.

Los vientos - Héctor Ranea



Odio los vientos que cierran puertas y ventanas con estrépito. Quiero decir, no tengo nada contra el viento así, en general, sólo que me parecen odiosos los vientos arteros. Nada más. No es tener un carácter amargo, después de todo. Piensen qué cantidad de horas de siesta se han perdido, cuántos matrimonios han fracasado, cuantas mañanas de apasionado amor se han interrumpido prestamente por esa acción impúdica de vientos viciosos.
Dirán que no hay que adjudicar al viento caracteres humanos. Véanlos por ustedes mismos, pero tómense el trabajo de verlos. No hagan como quien mira, pero no ve. Acá en las lagunas abisales de Tlön, los vientos colilargos sacuden las ventanas para seccionarse la cola y ofrecérselas a sus parejas para poder aparearse. El sexo, acá, es muy fuerte.

Acerca del autor:


Insonoridad espacial - Paula Duncan


Voces, voces que no escuché, se transformaron en un movimiento mecánico de bocas que se abrían y cerraban sin ningún contenido sonoro.
Necesidad de estar aquí o allá no encontraba; por momentos creí estar en ambos lugares y el hálito helado rozaba mi nuca; me volví completamente transparente, físicamente era de cristal líquido, el universo entero podía pasar a través mío pero mi cuerpo crujía y no era visto.
De repente el espacio se desplegó delante de mis ojos, como un ambiente troquelado y las cosas comenzaron a ordenarse.
Mi cuerpo recuperó la calma, todo estaba ahí delante de mí, solo hice una correcta lectura y el hálito helado desapareció, recobre el calor.
Ya nadie podía pasar a través mío, si y no lo permitía; espacialmente había recuperado la sensación de pertenecer.

Acerca de la autora:

lunes, 9 de septiembre de 2013

Competencia final - Sergio Gaut vel Hartman


Presentador: infinidad de veces se ha anunciado con bombos y platillos la contienda más grande de la historia. Pero nunca antes fue cierto... hasta ahora. Auspiciada por General Motors, Sony, Coca-Cola, Ford, Bayer, Microsoft, Disney, Google, la Reserva Federal, el FMI, el Club de París y Boca Juniors, tenemos el superlativo placer de anunciarles la que con justicia ha sido llamada la Batalla Final Total. ¡Sólo faltan seiscientas sesenta y seis horas para el Instante Zero!
Presentadora: todos nos hacemos las mismas preguntas: ¿quién conseguirá ganar la puja planteada para pulverizar el planeta? De un lado, LHC, el Gran Colisionador de Hadrones; del otro, CCC, el Colosal Colapso Capitalista... Hagan sus apuestas, damas y caballeros, aunque más no sea por el placer de jugar, ya que, como ya se habrán imaginado, no estarán presentes para recibir el premio.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Pequeña muerte nocturna - Héctor Ranea


Busqué cobijo a la sombra del casco de una nave encallada. En la oquedad de ese vientre un aire fresco y húmedo me dio una súbita calma. Así me dormí, en la boca del Río Gallegos. 
Despertándome pude oír los cangrejos repiquetear ciegos contra el casco, contra los cantos rodados, buscándose entre sí en la oscuridad del centro del barco semihundido. 
Instintivamente me aparté de ese desfile de córneas rojas y pinchudas que buscaban la marea alta de la noche del equinoccio. El agua ya estaba tan fría que ni siquiera podía temblar. 
A la luz de la Luna llena, una milésima de segundo antes de dormirme, vi que el dinosaurio ya estaba allí.

El autor: Héctor Ranea

sábado, 7 de septiembre de 2013

Otros caminos 3 - Héctor Ranea


Además de Mr. Maxwell, hubo otros casos de duplicación durante una teletransportación.
Es que hubo una etapa de experimentación a la que se sometieron individuos con controles poco serios. Y los caminos alternativos para la masa-energía son demasiados como para no tener la sospecha de que todo puede fallar.
Algunos casos notorios, la historia los recoge con cierta desconfianza y los adscribe a cuestiones de falsificación de identidad o uso de dobles de cuerpo.
Un caso conocido es el de Cervantes, que en el proceso pudo ser Quijote. Otro pudo ser Leonardo y Monna Lisa. Hay quienes involucran a Bach y sus avatares anteriores y a Shakespeare a quien, dicen, se lo vio en cierta librería de París, no hace mucho.


El autor: Héctor Ranea

Megaterios antediluvianos - Daniel Alcoba


Pltyk, hermano de Adk, único justo entre los nefilim a pesar de haber nacido de la cainita Sela Yabélez que era más mala que una araña con siete patas, en su iluminación original renunció a la glotonería de la carne inventando la dieta vegetariana. Después se apartó de la lujuria marchándose de la ciudad de Enoc hacia el desierto. Allí reunió manada de megaterios rojizos, hidrófobos del todo, que encontrara al ocaso, bebiendo arena, merendando grava, rumiando himnos solares.
Pero Yahvé ya había dictado sentencia contra toda carne, y prevenido a Noé que a la sazón tenía el arca llena.
Con las primeras gotas del diluvio Pltyk comprendió la vanidad de todo: los buenos megaterios eran fácilmente solubles en el agua; y también él.

Acerca del autor:

La rata - Raquel Sequeiro


Era una bruja de las mejores. Barría la casa con la escoba y ¡voilá!, desaparecían todos los muebles y la rata de la casa. Era ésta pequeña, peluda y enfadadiza, un tanto obtusa, y lo peor era la estrecha largura de su hocico. Irene desmontó en pedazos la fregona, se llevó el aspirador hasta el armario e intentó mover la escoba, pero esta no le hizo caso. En estos instantes es la rata, quien, agazapada, conseguía dar caza a la escoba, tumbarla, amedrentarla y colocarla en su sitio.

Acerca de la autora:
Raquel Sequeiro



Hablaba y hablaba... - Max Aub

Minicuentos clásicos - Microcuentos de varios autores

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

Acerca del autor:
Max Aub

jueves, 5 de septiembre de 2013

Arriero - Héctor Ranea


Don Pelasgo Luna trota a pie llevando las cabras a las casas, "no vaigaser que se me coman los yuyos que sostienen las piegras a la montaña". 
En el camino encuentra que la piedra negra tiene una marca de ganado ya vieja pero cambiada. "Noaideser posible", piensa el arriero. "Esa marca la dejaron de usar hace ya mucho". 
No hace más caso y sigue hasta la piedra de azufre y ahí se lo encuentra al pelado de negro, sonando el violín y haciendo bailar una sombra. 
Don Pelasgo relata al comisario que la sombra estaba desnuda, que en paz descanse, y que por nada del mundo volverá al manantial a llevar las cabras. Se acoge a la jubilación anticipada.


El autor: Héctor Ranea

martes, 3 de septiembre de 2013

Apocalipsis - Anna Rossell


La ventisca conjurada por el perverso numen provocó el colapso y luego la hecatombe y aquella extraordinaria confulgencia de los astros. El caudal freático invadió desenfrenado la superficie llevándose al vecindario hacinado en los sótanos.
Aquel apocalipsis dejó un único superviviente en el pueblo: el cura diocesano, que, encaramado en la cúspide del campanario, capeó milagrosamente el avatar. La gente de aquella región lo atribuía a la bondad del sacerdote, que pasaba por ser santo y dadivoso, pero él creía que lo había salvado el crucifijo que llevaba en la faltriquera. Aquel fenómeno supuso un mórbido cambio en la población de toda la región, cuyo organismo se vio afectado por una transformación sistémica, medular y topológica: ahora sufría de angurria generalizada y una cutícula densa cubría su cuerpo.

Sobre la autora: Anna Rossell

Los pasos del ángel - Diana Sánchez


“Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”
C. Pavese

Contra el viento. De cara al sol. No se proyecta su sombra en la pared. Ni en las veredas. Él no tiene sombra. Ni sombra del ángel. No se apura. Ni se preocupa por llegar. Igual se llega, piensa el ángel.
Espera a que el semáforo se ilumine de verde. Y cruza con pasos seguros. De espaldas.
El hombre-apenas-ángel rescata de espaldas a la gente los escombros del pasado. Y vislumbra en el futuro, acaso el paraíso.
Entonces sí, despliega las alas desgarrando la camisa que flamea alocada en su espalda. Y un estruendo de polillas y de luciérnagas que dormían ajenas, aletean también enloquecidas.
Abajo, crece la sombra de un grito en la ciudad que está muriendo.


Acerca de la autora:
Diana Sánchez

Siete - Isabel María González


Andaba el mundo preguntándose dónde estaba Dios, tras los terribles acontecimientos que desolaban el planeta cuando dos enormes dados rebotaron sobre la Tierra, provocando enormes cráteres, grandes tsunamis, incalculables destrozos materiales y millones de víctimas inocentes. La fuerza divina con la que habían sido lanzados los hacían imparables y, tras botar varias veces, fueron perdiendo velocidad y fuerza hasta que se detuvieron:
—¡Siete!

Sobre la autora: Isabel María González

lunes, 2 de septiembre de 2013

Arma letal – Sergio Gaut vel Hartman


Salgari era un hombre fantasioso, muy dado a la invención y la mentira, no obstante lo cual, en su cabeza estaban muy bien delimitadas las fronteras entre lo real y lo ficcional. Por eso, cuando vio aparecer a Sandokan en su estudio, y este se inundó con toda la olorosa intensidad y la energía que el malayo expresaba con su cuerpo, se refregó los ojos y apeló a su arsenal de estrategias para descartar los aspectos oníricos del evento.
—¿Qué quieres? —dijo finalmente. Sandokan no respondió. Se limitó a extraer de entre sus ropas un kriss afilado como un sueño, y se lo tendió.
Poco tardaría en descubrir el veronés que su mejor personaje había comprendido sus deseos y se había adelantado a ellos.

Acerca del autor:

Condena - Jesús Ademir Morales Rojas


Intentando remediar su falta, el creador de la planta nuclear de Fukushima se arriesgó con su último invento. Manejó el artefacto lo mejor que pudo. Sin embargo, al final, cuando el artilugio terminó de operar, el resultado fue de nuevo el esperado: el peor posible. Al llegar a la fecha deseada, la máquina del tiempo provocó un terremoto devastador. Cuando el tsunami devoraba el horizonte, el desventurado tuvo el consuelo de saber que su condena sería eterna.

Sobre el autor: Jesús Ademir Morales Rojas