viernes, 29 de junio de 2012

Mamá no respeta mi espacio físico - Leo Dolengiewi


Mamá no respeta mi espacio físico. Entra a mi habitación sin golpear, hace oídos sordos a mis protestas. Ordena a su gusto, va poniendo las cosas en bolsas rotuladas. No la entiendo. Se lo digo. Sigue sin oírme. Tira a la basura mis frascos de colección. Tira el de pelusas, tira el de mocos, tira el de uñas. Dice qué asco.
Mamá no respeta mi espacio físico. No sé qué más hacer para que sepa que ya no soy un niño. Pasa a través de mí y arroja a la basura aquella soga con la que hace dos días me colgué del cuello.

Tomado de: http://mepodesleeraca.blogspot.com.ar/

Acerca del autor:
Leo Dolengiewich

Comer vidrio - Fernando Andrés Puga


Ansioso por contárselo a mamá, cruza el jardín y corre hacia la cocina. No advierte que la puerta de vidrio está cerrada. La atraviesa. Intentando escupir las esquirlas que se le meten en la boca, tropieza y cae sobre las puntas que asoman desde el borde inferior del marco de la puerta. Un fragmento filoso se clava en la arteria de su brazo derecho. Incontenible, la sangre fluye a borbotones.
Nadie en casa.

Sobre el autor: Fernando Puga

Jueves - Jordi Cebrián


Día de invenciones, sueños, ideas buscando ser plasmadas. Los planes para el fin de semana son su expresión más vulgar, pero quien conoce la fuerza del jueves procura poner excusas para no ir a trabajar, y se encierra en casa para escribir aquellas historias que lo atormentan, o construye con tizas de colores mundos imposibles en el asfalto, o danza bajo la lluvia, pues es jueves. Los jefes de estado no se llaman, ocupados en inventar utopías. Y hay lugares donde los jueves el trabajo se paraliza por completo, y por un día todos son poetas, o místicos, o actores.

Tomado de Cien Palabras
Acerca del autor: Jordi Cebrián

Elegantly wasted (high society bitch mix) - Alejandro Bentivoglio


Escondés noche y pasados, lo que brilla no puede deslucirse. Pero tu espíritu es viejo y las heridas son de las que agradan. La sangre se esconde pero está allí, alzándose en tu buena vida. ¿Cuánto plástico vas a agregar a su certera sonrisa? Todo lo que amo lo sentís como hielo que separa los mares. Lo que deseamos son paralelas que no encuentran infinito. Lo que odio es todo por cuanto sabés engañar. ¿Acaso correr te hace más sabia? Seguro, todos podemos encontrar las cárceles de tus vestidos de lujo y tu mirada donde juegan los horizontes. Que tus pies descalzos no vuelvan a tocar los tajos en el mundo que solíamos abrir para ver. Qué terrible sería que a esta muñeca se le encuentren los pedazos de porcelana rota. Pequeña estrella mentirosa, muerta por dentro, nunca luciste tan bien.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
El autor: Alejandro Bentivoglio

miércoles, 27 de junio de 2012

No todos los inventores son lo que dicen ser – Héctor Ranea


La verdadera inventora de la máquina del tiempo fue Joaquina Ríos. Le resultó muy duro usarla, al principio. Parece que se transformó en pez, también en pájaro, hasta que por fin logró viajar al futuro. Ahí consiguió los números para ganar una fortuna en la lotería pero, al regreso, jugó y no salieron, comprendiendo que su presencia en otros tiempos introducía cambios. Abandonó todo y, quien ahora es reputado como su inventor, recuperó sus investigaciones, años después.
Al turismo temporal que comenzó a explotar le debemos los seis ojos, las ocho patas, el pelo en el cuerpo y la seda en el culo. ¡Miren en qué nos transformó! ¡Maldito sea! Tiene suerte pues las arañas no podemos usar la máquina, que si no...

Acerca del autor: Héctor Ranea

Rota - Laura Ramírez Vides


Hacía tiempo estaba raro.
Hacía tiempo entraba en estados extraños.
Ese día explotó.
Él avanzaba; yo retrocedía.
No sé qué me decía, no sé qué me gritaba, no sé qué mascullaba mientras caminaba encorvado hacia adelante; yo, inclinada hacia atrás.
No entendí o no me acuerdo…
Recuerdo solo haberle preguntado, ya con los hombros contra la ventana: ¿qué vas a hacer?
Recuerdo el ruido que hizo mi alma al romperse.
Recuerdo la marea de dolor invadiéndome, inundándome, rebalsándome.
Recuerdo mi estallido.
No llegó a pegarme sin embargo ese día me rompí.
Ese día envejecí.

Tomado de El patio de la morocha

Acerca del autor: Laura Ramírez Vides

lunes, 25 de junio de 2012

Tiempo - Jesús Ademir Morales Rojas



Había pasado tanto tiempo, desde que K intentaba tramitar ese asunto en el Castillo infructuosamente, que un día comenzó a sospechar que el tiempo mismo estaba en contra del éxito de su tentativa. Desconfiado desde entonces, llevaba siempre consigo un martillo, y cada vez que un reloj suyo perdía la hora, K lo hacía añicos sin titubeos. Un día, luego de innumerables golpes, se dio accidentalmente en la mano. Y entonces K cayó al suelo, desmoronado en fina arena.

Sobre el autor:  
Jesús Ademir Morales Rojas

Sumergidos - Alejandro Bentivoglio



Hace días que nadie sabe decir adónde esta la noche. Es imposible aguantar este exceso de luz que apenas nos deja dormir. El sol brilla inagotable, mientras nosotros vagamos por el calor y el sudor.
Tiempo más tarde, en la cumbre de una alta mañana, descubrimos un loco con un alfiler. A sus pies, un descomunal globo blanco con pozos que nos sume en el llanto.

Tomado de Memorias del Dakota

Acerca del autor:
Alejandro Bentivoglio

Leer a media tarde – Jordi Cebrián


Estás sentado, leyendo esto, pero el sueño te vence, y al despertar levantas la cabeza y te golpeas contra la tapa del ataúd, todo está oscuro, apenas sitio para doblar un poco las rodillas, descubres que es real y el miedo te golpea el pecho y cuando puedes volver a respirar gritas y nadie responde, y temes quedarte allí hasta morir de sed, de asfixia, de dolor, de horror, pero entonces despiertas, te recuperas, dejas atrás la pesadilla, ya sin sueño prosigues la lectura, no miras a tu espalda, no ves la mano con el pañuelo, el cloroformo, el sueño.

Tomado de CienPalabras.com

Acerca del autor:
Jordi Cebrián

De reyes y dioses - Ana Caliyuri




Rastrilló el universo con todo su poderío. Se tomó el trabajo de quitar una letra de todos los alfabetos conocidos. Luego, ya extenuado se sentó a los pies de un ciprés. Allí dicen que se encontró con Dios y le dijo: —Discúlpame, fue la única forma que hallé para sentirme mejor. No podía soportar estar en la B, ya me conoces soy el rey de todos los fanáticos del fútbol.
—No te preocupes —le respondió Él—, te comprendo; yo le hice un gol a los ingleses con la mano…

Sobre la autora: 
Ana María Caliyuri

Emulación – Sergio Gaut vel Hartman


―Patrón ―dijo mi personaje favorito irrumpiendo en el estudio sin golpear la puerta.
―¿Qué querés, Kurosawa? ¿No tenés modales, vos?
―Un amigo, en un microcuento vecino, se clavó un ajenjo con salchichón de morsa. Y me dieron ganas.
―Sabés que acá no nos privamos de nada, que soy partidario de que mis personajes se den los gustos. ¿Querés comer salchichón de morsa y bajarlo con ajenjo? Dale, servite, ahí tenés.
Hice aparecer un salchichón de morsa y dos botellas de ajenjo sobre mi escritorio. Kurosawa se abalanzó sobre el piscolabis y se lo mandó antes de que yo pudiera parpadear. Como sé que es resistente y asimila el alcohol como una barrendera de San Petesburgo, no me preocupé por la posibilidad de que lo multara la policía de tránsito. Pero lo apunté con el índice y sentencié.
―Limpiá el chiquero que hiciste. Me molestan los microcuentos llenos de basura.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

sábado, 23 de junio de 2012

Oportunidad perdida - Luisa Hurtado González




Habían quedado a las siete, era su primera cita. Él había tenido un día muy duro, estaba cansado y ahora veía que se le hacía tarde. Ella buscaba con desesperación un lugar donde poder dejar el coche. A las siete y veinte, a un tiempo, miraron el reloj, pensaron que ya era demasiado tarde y tiraron la toalla.
Estaban hechos el uno para el otro y no llegaron a averiguarlo nunca.


Sobre la autora: Luisa Hurtado González

La pintura es Pareja en el bar de Julio Chico.

El cabeceador – Diego Planisich


El pibe de la esquina no dejaba de cabecear el aire, como si de esa manera alguien se apurara para complacerlo. Por un lado una voz le sugería paciencia, a esa hora la frecuencia de circulación del colectivo disminuía. Por otro lado, otra voz le imprimía impaciencia, los cabezazos volvían.
El colectivo no acusaba presencia y las voces no daban tregua. Más tarde, este aprendiz de ventriloquía, caería en la cuenta que no contaba con las monedas suficientes para ambos.

Sobre el autor: Diego Planisich

Volatilidad - David Moreno


Y la admiré. Y la dibujé en el cuadro más bonito jamás pintado. Y le hice ricitos en su melena azabache. Y con el corazón desbocado la acaricié. Y sumergidos en un imparable frenesí la besé en las manos, en la cara y en los labios. Y la volví a admirar. Y a acariciar. Y a besar en las manos, en la cara y en los labios. Y la deseé más. Y cuando le abrí los ojos comprobé que yo no era más que una ilusión. Y desaparecí. Como hiciera hace tanto la lluvia de estos campos marchitos.

Tomado de microSeñales de Humo
Acerca del autor: David Moreno

Pato de cerámica - Daniel Diez Crespo



Ella rompió su pato de cerámica. Tres trozos y un pico sin sangre sobre la alfombrilla rosa del váter. Lo ahogó en la bañera. Fueron diecisiete segundos de lucha hasta detener su pequeño latido. Le intoxicó con la espuma. Lo estranguló con la toalla aún enganchada a la cintura. Descalza, resbaló en dos ocasiones. Buscó sujeción en la base firme del lavabo mientras el animal graznaba su asfixia. Hundió la ira y su cabeza en el agua, y sin aire, resbaló el pato de entre sus dedos, voló veloz, lo persiguió asustada con la mirada por encima de su cabeza, y pese al intento, no atravesó el espejo. Desnuda, con la cadera hundida entre la sucia espuma y la toalla atornillada al muro de la bañera, decidió recoger el cadáver y jamás declararse culpable.

Tomado del blog El País de la Gominola

Sobre el autor: Daniel Diez Crespo

jueves, 21 de junio de 2012

Una nueva oportunidad – Sergio Gaut vel Hartman


El sentimiento de la inminente catástrofe se apoderó de mí cuando leí el telegrama. “Las fuerzas naturales del planeta Tierra han decidido terminar de una buena vez con la infección”. Pensé en los niños que nacieron en los últimos meses. No están enfermos, están tan saludables como usted o yo, solo tienen la piel verde y lucen consumidos por un terror secreto, seguramente impreso en sus mentes por los mismos que enviaron el telegrama de despido y que se refleja en sus ojos tristes y apagados.
—¿Está seguro? —le dije al mensajero.
—Como que me llamo Hermes Trismegisto. Mis hermanos sincréticos, Jesús Mahomed Buda y Odín Viracocha Quetzal ya tienen todo preparado para esterilizar y plantar nuevas cepas.
—¿Y los niños? —protesté—. ¿Qué culpa tienen ellos?
—Son las nuevas cepas, estúpido. Los hemos modificado para no volver a fallar.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Invasión - Claudio G. del Castillo


–Querida, no deseo alarmarte pero llegaré tarde a casa. ¡No me lo vas a creer! ¿Sabes de dónde te llamo?: de un platillo volador. Como lo oyes, de un maldito platillo volador. Me han abducido unos alienígenas de cuatro brazos, dos cabezas y ojos muy rojos. Juegan bien al dominó, eso sí.
–¡Horror, cariño, horror! Deben de estar por toda la ciudad pues, en cuanto te fuiste, se coló por la ventana uno muy negro, con huevos como toronjas y un “perico” de dimensiones galácticas. ¡Y el bicho me llevó a las estrellas!

Acerca del autor:
Claudio G. del Castillo

Cementerio de elefantes - Alejandro Bentivoglio


En el piso de arriba viven personas que no conozco. También en el piso de abajo. Nada me costaría inspeccionar, pero, sin embargo, la idea de la simple movilidad me estanca a este puesto de observación. ¿Qué puedo hacerles? o ¿Qué pueden hacerme? Quizás nunca lo averigüemos, quizás alguno de ellos, alguno de todos esos cuyos pasos percibo, se acerque y busque en mí lo que yo no encuentro en ellos, esa palabra en medio del vacío, ese mirarme a los ojos y descubrirnos, tal vez todos quietos, aferrados junto a la pared, pretendiendo saber qué estamos haciéndonos todos aquí, en este anónimo lugar donde reposamos diariamente.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio

En la casa del herrero - Leonardo Dolengiewich


Los cuchillos no eran de palo pero sí de plástico, de cotillón. Y no por dar la contra ni por seguir al pie de la letra el refrán, sino por la manía de uno de los niños, que ya había destripado un sapo, dos perros y a una tía abuela que había ido de visita.

Acerca del autor:
Leo Dolengiewich

martes, 19 de junio de 2012

La mágica ciencia – Sergio Gaut vel Hartman



—¡Usted está loco, amigo! ¿Cómo va a escribir sobre un hombre normal que se transforma en una bestia por obra y gracia de una sustancia química sintética?
—¿Loco yo? ¿Y usted? ¡Criaturas del planeta Marte que invaden la Tierra! ¡Viajes en el tiempo! ¿Trata de inventar un nuevo género literario? Sus historias no convencen a nadie.
—¡Ni soñarlo! Lo mío es realismo puro, crónicas de viaje, testimonios periodísticos.
—¿Ah, sí? ¿Estuvo en Marte, acaso? ¿Viajó al futuro?
—¿Por qué no? Usted pretende hacernos creer una aventura descabellada que transcurre en una isla, no recuerdo su nombre, y la búsqueda de un tesoro, piratas, un loro sabio, y el tipo ese con una pierna amputada, ¡por favor! ¡Es un disparate!
—No discutan, amigos —tercia un tercer hombre entrando a la taberna—. La ciencia avanzará tanto en los próximos cien años que ninguno de nosotros podrá distinguirla de la magia.

Sobre el autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Atención bastante personalizada – Héctor Ranea




—Lávese las manos y espéreme —dijo mi doctor—. Tengo que traerle algunos repuestos.
Pensé que se había equivocado. Aunque yo era parecido al mecánico reparador de articulaciones nanotexturadas, pero no que fuera para tanto.
—Pero... No necesito articulaciones —alcancé a decirle cuando la puerta se cerraba.
—No importa —me gritó desde el pasillo.
Esperé un buen rato mas no apareció. Cuando me aburrí, salí al corredor y me sorprendió el silencio y lo vacío que estaba el hospital.
Caminé hasta la recepción del piso y no había nadie, aunque a los pocos segundos los ví, todos colgados de ganchos, desangrándose, ya muertos. Llamé a la policía.
—Cosa de locos —me dijo el oficial a cargo, aunque no sé si me hablaba a mí o a uno de los que manejaban las ambulancias—. Ponen de médicos a clones de psicópatas. ¿No saben leer los currícula, estos tecnócratas?
Como buen clon, cerré el pico.

Sobre el autor: Héctor Ranea

La mosca - Diana Sánchez



Tarquino El Soberbio se presentó en el foro de la antigua Roma para leer sus leyes. El pueblo lo esperaba enardecido. Apenas comenzó, una mosca se posó sobre su mano. El intentó matarla.
Pero la mosca voló hasta su pecho. La muchedumbre, antes atenta al discurso, estaba ahora perpleja por las palmadas que El Soberbio pegaba sin respiro al centro de su túnica. La mosca logró escapar y posarse en su frente. Ahora, los manotazos desaforados del emperador apuntaban a la cara. Por fin, un súbdito divisó a la mosca. Entonces, exaltando al pueblo, gritó: ¡Hay que deshacerse de ella! ¡Protejamos a Tarquino! Y el pueblo, entusiasmado, echó sobre él centenares de uvas y de flores con la intención de aplastar a la mosca. El otrora aclamado séptimo y último rey de Roma, murió de asfixia.
En los funerales, encabezando el cortejo, serena, impávida, pequeña como un micrón, revoloteaba la mosca.

Acerca de la autora:

Rayas - Susana Camps


Son las seis de la mañana cuando suena el teléfono y me preguntan: ¿Qué tiene usted en el bolsillo del pijama?  Llevo maquinalmente la mano al pecho. Me emociono tanto al oír que obtengo el primer premio que no atino a contestar estado civil ni profesión. Volverán a llamarme hacia las doce.
Simpático, metafórico, ocurrente y socarrón son algunos de los piropos que me lanzan durante la entrevista. Alaban mi agudeza mental pese a lo intempestivo de la llamada. Celebran mi audacia cuando contesto que soy camello.
Yo sólo guardé mi coca en el bolsillo antes de echarme a roncar.

Acerca de la autora:
Susana Camps Perarnau

Abolición - Diego Planisich


Él creyó que en un día más, nadie se daría cuenta. Supo entender, cavilante, que todas las oportunidades que dejó escapar, hoy, como si despertase de un mal sueño, otra vez las tenía puertas por delante. También supo en ese mismo instante —como si alguien se lo soplara al oído— que ésta sería la última de las oportunidades.
Se convenció de que tardaría una eternidad en explicar lo sucedido. Cada noche, hasta ese día, observó el libro cubierto de polvo, allí en el estante de la biblioteca. Explicar —decía— sería perder el tiempo de todos. Nadie le creería, todos abogarían por su abolición. Dentro del libro, la mancha de café sabía que su vida no había sido en vano.

Acerca del autor:
Diego Planisich

domingo, 17 de junio de 2012

Muerte de un suicida - Héctor Luis Rivero López


El hombre vio una puerta, la abrió y se sorprendió de que estuviera abierta. Luego encontró que detrás de la puerta había otra puerta; volvió y la abrió y otra vez se sorprendía de que estuviera abierta; pero detrás de la puerta había otras puertas y todas abiertas infinitamente, hasta que llegó a una puerta que no abría…entonces rápidamente todas las puertas anteriores se fueron cerrando…

Acerca del autor:

Tarde animada - David Moreno



Me acerco y anoto sus nombres en mi libreta mágica como mera comprobación de los asistentes. Popeye el Marino, D’Artagnan y los Tres Mosqueteros, Los Caballeros del Zodíaco, El Capitán America, Spiderman, Batman, HeMan… uno a uno van entrando en mi habitación. Asterix reta a La Masa, los Caballeros del Zodíaco luchan contra Los Transformers, Lucky Look rodea al Inspector Gadget y yo intento atrapar a Conan el Bárbaro. Sin darnos cuenta va pasando la tarde hasta que oigo que alguien llega a casa. Mando a todos callar y cierro rápidamente la puerta. Ahora me toca pensar una buena excusa que contente a mi mujer.


Acerca del autor:
David Moreno

Púrpura – Ruy Feben


Para MZ y su Tlayacapan

Hundido en el matorral, Manuel tiembla. Mira a lo lejos piquetes certeros, ojos que explotan, pus brotando de los cuellos: el enjambre voraz embestir una procesión, guarecida bajo figuras de porcelana y estandartes de santos, atrapada en el camino escarpado que bordea el monte. Arriba el cielo es púrpura.
Por el acantilado vuelan cuerpos aterrados que semejan cruces, miembros hinchados, gritos dolientes, abejas cazando a muerte. Manuel escucha un zumbido acercarse y aprieta los ojos.
Despierta de un salto, sudado por la pesadilla. A lo lejos, la figura de San Juan Bautista; al fondo, un niño agita un panal; en el horizonte, el cielo apenas se pinta de púrpura.

Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

Acerca del autor:
Ruy Feben

Microtopológico – Sergio Gaut vel Hartman




El tipo se materializó en medio de una gran tempestad de sonidos, con un volumen tan intenso, que mis huesos tuvieron que esforzarse para no escapar a través de la carne.
—¿Quién es usted, qué quiere? —logré balbucear.
—Soy el personaje central de esta microficción y vengo a buscar mis líneas.
El sonido no cesaba; mi mandíbula empezó a vibrar y los ojos buscaron fugarse por la parte posterior de mi cabeza. Aún conmocionado, logré replicar.
—¿Está loco? ¿De dónde sacó que voy a escribir una microficción? Y en el caso de que me viniera en gana hacerlo, ¿por qué lo voy a poner como personaje?
El tipo sacó un palo y lo exhibió. Era un bate de béisbol, famoso en manos de Babe Ruth o Al Capone.
—Me va a poner, no tenga la menor duda. Y si quiere, le dicto la primera frase. “El tipo se materializó…”

Acerca del autor:
SergioGaut vel Hartman

Adiós – Daniel Diez Crespo




Vomitó los ojos y ya nunca los encontró. Tiró de la cadena y alguien rió la torpeza. Le abofeteó pero nunca le golpeó. Dieron media vuelta y desaparecieron. Sus ojos, rotos como añicos de un cristal nunca más aparecieron. Nadie fue impune a los hechos maquiavélicos de aquel asalto al castillo. Ella caminó veloz con sus pies verdes descalzos. Él anduvo despacio con sus pies rojos descalzos y enormes. Nunca se dijeron adiós, lo escribieron invisible en el aire.

Sobre el autor: Daniel Diez Crespo

viernes, 15 de junio de 2012

Origen - Cristian Cano


La luz es una energía escasa que se abre paso por mi inmenso desconocimiento, emergida de explosiones y nacimientos estelares, de estrellas que se mueren y se queman como viejos girasoles. Si creo ver, sólo veo en ella y dejo de ser en la opacidad. Si veo y tengo estos ojos es porque hay un Sol que lucha en la negra bóveda de una realidad aparte. Si hablo es porque en la atmósfera viajan las vibraciones; y los postulados que me empujan: ¿En cuántas atmósferas hablarán?

¿Cuántos Soles crearan ojos con millardo de formas? En la oscuridad y la negrura la vida es como la luz, una situación que desesperadamente intenta corregir su endeble significado y su misteriosa presencia.


Sobre el autor:
Cristian Cano

jueves, 7 de junio de 2012

Grandes remedios - Vanessa Navarro Reverte




Un día llegaron, cucurrucucú, las palomas y remodelaron las fachadas de los edificios con sus excrementos.
Alguien propuso que se importara una partida de gaviotas, ya que en otros lugares éstas habían sido eficaces en cacerías de columbiformes. Todos los miembros del consejo votaron a favor.
No tardaron mucho en comprender que no había sido una gran idea, pues gaviotas y palomas descubrieron lo bien que se lo pasaban juntas moteando el cielo de máculas aladas.
Decidieron entonces comprar cóndores amaestrados a unos expertos en cetrería; cóndores que rápidamente olvidaron su misión inicial y se dedicaron a atacar a los humanos en lugar de a las otras aves.
Finalmente, los sabios vaciaron las arcas públicas para pagar a los científicos que habían conseguido clonar pterodáctilos.
Hoy por hoy, quien no tiene alas en esta ciudad es hombre muerto.

Sobre la autora: Vanessa Navarro Reverte

miércoles, 6 de junio de 2012

Telefónicamente – Sergio Gaut vel Hartman




Usted se ha comunicado con la casilla de mensajes de Ray Bradbury. En este momento no puedo atenderlo porque un marciano vengativo está tratando de tomar posesión de mi cerebro. Deja tu número de teléfono que cuando logre el control completo del terrícola me pondré en contacto contigo. Mi uhushed, las uhujires del uhumida y un uhufero de Juge’iko también desean habitar un cuerpo humano.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Cuestión de perspectiva – Sergio Gaut vel Hartman



—¡Se murió Bradbury! —exclamó el joven imberbe soltando la pluma de ganso con la que trataba de escribir Guerra y paz, el regreso—. ¡Qué desgracia!
—¿Desgracia? —Theodore Sturgeon aferró al chico del cogote y Philip Dick le propinó un par de cachetadas.
—Es la mejor noticia que ha llegado a este lugar infecto desde que se cerró mi mirilla —soltó Kurt Vonnegut, sin anestesia, antes de contribuir con un sonoro puñetazo en la nariz del desubicado.
Stanislaw Lem miró a su alrededor, reparó en el desorden imperante y se acercó tanto al muchacho que le asperjó el rostro con una lluvia de saliva.
—Necesitábamos al viejo Ray —dijo finalmente—. No te das cuenta porque tus banales escritos se sustentan en la triste y prosaica realidad, no viajan a otros planetas, no maravillan ni estremecen. Desgracia para ellos, estúpido, los infelices mortales; para nosotros es como volver a vivir.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

El código marciano – Sergio Gaut vel Hartman





Cuando Ray Bradbury publicó sus Crónicas marcianas, Yru B’Darbyar, un dragador de canales de Sirte Major, casi se muere de envidia. Trató de refutar al californiano con sus Anacrónicas terrícolas, pero sólo logró ser el hazmerreír de los recolectores de basura de su planeta. Testarudo como buen marciano, viajó a la Tierra haciendo nave-stop y adoptó una nueva identidad que le permitió trabajar de proxeneta durante varios años, sin llamar demasiado la atención. Un día, caminando por las calles de Exeter, Nuevo Hampshire, se cruzó con un escritor principiante y le tiró un par de ideas.
—¿Le parece que el público aceptará semejante bizarría? —dijo Dan Brown abriendo los ojos desmesuradamente.
—¿Usted creería que soy marciano?
—No.
—Entonces mire esto. —B’Daryar mostró un par de cosas que ocultaba bajo la ropa—. Creer o reventar.
—Creer o reventar —aceptó Brown. Y fue corriendo a escribir la novela.


Acerca del autor:

Futuro confuso - Héctor Ranea




Laublát se levantó de su asiento en su mesa del Bar, dejando a sus amigas para venir a mi encuentro, apenas había entrado. Me sorprendió. Habíamos sido compañeros de escuela y ahora nos encontramos en la oficina de Satélites Extraviados. Siempre la más bella mujer pero nunca me dio la hora. Tanto que casi creí necesario presentarme, pero me estampó un beso y me invitó a cenar a su casa. Accedí, claro. Esa noche inolvidable en su cama, su bañera y ahora, como amantes permanentes, me dejó una lección. Su padre habrá sido un cobarde al huir ayer del Tiranosaurio Rex y pisar la famosa mariposa de Bradbury que cambió el futuro; en muchos casos habrá sido para mal, pero a mí, qué quieren que les diga, me lo cambió de forma estupenda.

Acerca del autor:
Héctor Ranea

martes, 5 de junio de 2012

La doma – Héctor Ranea


—Esta vez está poniéndose de veras fiero —dijo para sus adentros Eleuterio Barboza, montando ese parejero que, como ya era costumbre en él, había robado la noche anterior—. Esta vez estás jodido, Barboza —pensó el gaucho. Desde que recordaba su vida había robado caballos para vivir de la cuarta al pértigo, huyéndole a los milicos y sin poder hacer otra cosa que fumarse lo que ganaba en la venta de los nobles fletes que se robaba—. Esta vez sí que estás frito, negro ‘e mierda —reflexionó, aunque el huracán de las crines le recordaba tantas otras aventuras. Pero esta vez el alazán que montaba era de ajedrez y lo estaban por entregar a cambio de una torre—. Si fuera un canje por la dama, por lo menos —alcanzó apenas a murmurar.

Sobre el autor: Héctor Ranea

El núcleo - Raúl Sánchez Quiles



El profesor Lindenbrock, Axel y Hans Bjelke se han quitado la vida. Los cuerpos aparecieron despeñados en una ladera del volcán Sneffels. Cuentan las crónicas islandesas que todo ocurrió después de que decidieran reemprender su histórico viaje en el siglo XXI. Lo consiguieron, pero no pudieron soportar su nuevo descubrimiento: en el centro de la Tierra hay un centro comercial.

Acerca del autor:
Raúl Sánchez Quiles

Fin - José María López Medina




La mujer de la foto sonreía. Sonreía como él nunca supo sonreír. Sonreía feliz, luminosa, como algún día le había sonreído a él. Como ya nunca volvería a sonreír a nadie, pensó. Incluso en eso se equivocó mientras volvió a levantar el arma, esta vez con mejor criterio, apuntando hacia su propia sien.
Afuera, la tarde amanecía.

Acerca del autor:
José María López Medina

La venganza del oso – Sergio Gaut vel Hartman




Después de los primeros, frenéticos días de pánico, había conseguido aceptar las cosas de un modo que me permitía contemplar la situación con el indiferente fatalismo que hasta entonces reservaba para los sueños. Y aunque el desastre en ciernes era demoledor y definitivo, había conseguido inyectarle unas dosis de ironía que me permitían emparentar el final de la humanidad con la terrorífica versión cinematográfica neofreudiana de aquella leyenda griega que Orson Welles rodara en secreto en su mansión de Suipacha al 1200, en Buenos Aires, una rara venganza dirigida hacia todos los que en su momento ridiculizamos la versión radiofónica de la obra de su hermano Herbert. ¿Los marcianos? ¿Quieren que hable de ellos? De acuerdo. Son pequeños, despiadados, tremendamente efectivos a la hora de matar… y no vienen del tercer planeta del Sistema Solar, por cierto, sino de una enana oscura cercana a Rigel. ¿Supone eso alguna diferencia?

Sobre el Autor: Sergio Gaut vel Hartman



The image is licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported license.

domingo, 3 de junio de 2012

Morir de amor - Diego Martín Eguiguren



Sumerjo las manos en un recipiente con agua, bajo la mirada y percibo que el líquido se tiñe de rojo. "La llaga ha vuelto a sangrar", le cuento al reflejo y veo tu rostro flotando homicida envuelto en mis ojos. De pronto mi cuerpo se torna trémulo y el corazón se me escapa del pecho. Obnubilado decido abandonar el cuarto de aseo y termino, creo, por morir de amor en medio del suelo.

Acerca del autor:
Diego Martín Eguiguren Salazar

Biografía - José Manuel Ortiz Soto



La mañana del 23 de junio de 1959 tras la exhibición de la película Escupiré sobre vuestras tumbas (de la que era guionista), muere a los 39 años de edad en el Hospital Laennec en París, el ingeniero, trompetista y crítico de jazz, cantante, compositor, productor, traductor, actor, dramaturgo, patafísico, poeta, novelista, dibujante… Boris Vian.

―Eran demasiadas vidas para un cuerpo frágil y enfermo; y claro, su corazón no resistió ―explicó el médico de guardia a un inexpresivo Vernon Sullivan, quien, fiel a su creador, hoy sigue por el mundo con las novelas que escribían juntos.


Acerca del autor:

Infiltrado - Carmen de la Rosa




El cabo electricista leyó el parte de avería: Ruido extraño en el fluorescente del despacho del Comandante. Desplegó su escalera, subió a lo alto y destornilló el plafón. Entre la luminiscencia de los tubos, sentado en una mesa de casa de muñecas, un minúsculo oficial de las SS telegrafiaba mensajes cifrados a su Cuartel General. Cuando el espía le apuntó con su diminuta metralleta, al cabo electricista no le quedó más remedio que aplastarle la cabecita entre su índice y el pulgar.

Acerca de la autora:
Carmen de la Rosa

Como al descuido - Fernando Andrés Puga



Al terminar de leerla, la estruja y la arroja al fuego recién encendido de la chimenea. Va al dormitorio, la mira dormir, la besa en la mejilla, apaga el velador y se decide. Mientras se aleja a paso rápido por la acera, el cielo empieza a despertar.
Abrigada bajo la frazada que trajeron del norte en el último viaje que hicieron juntos, ella no se sorprenderá al encontrar vacío el lado izquierdo de la cama.

Acerca del autor: 
Fernando Puga

In memorian ALICE - Christian Lisboa




ALICE jugaba con TOTEM. A cada tirada del acelerador, ellos competían por quién contaba más partículas. Pero TOTEM hizo trampa. Confabulado con ATLAS, quien contaba todo antes que ninguno, él siempre ganaba. Indignada, ALICE generó un pequeño agujero negro que duró más de un milisegundo. Este se tragó a TOTEM, ATLAS y a todo el CERN. En un par de segundos, se tragó a toda Europa y luego al Planeta. Alice alcanzó a gritar, en su idioma de ceros y unos: "¡Yo gano esta vez!" antes de desaparecer engullida por el primer hoyo negro creado en un acelerador.

Acerca del autor:
Christian Lisboa

viernes, 1 de junio de 2012

Tres son multitud - Fernando Andrés Puga



Cuando estoy solo somos dos y vos llegás a interrumpir. Terminarás enamorándote. No resistiré y juntos nos encerraremos. Nos recorreremos como si fuéramos caminos vírgenes en lo más enmarañado de la selva. Nos abandonaremos detrás de la puerta. No puede ser. Yo de él no puedo deshacerme sin acabar conmigo ¿entendés? Será mejor que vuelvas por donde viniste. Realmente lo siento, pero no te hará bien mi compañía. Aunque parezca, no estoy solo. No me obligues a cerrarte la puerta en la cara.

Sobre el autor: Fernando Andrés Puga

El silencio- Ana Caliyuri



El silencio que quiebra el alma, es ese espacio que huye de las palabras, de los gestos, de la memoria, de los fantasmas, de la noche, de los eslabones que unen los tiempos y hasta de la niebla baja; porque su alba es la consciencia de saberse silencio aún en la boca de las lágrimas.


La autora: Ana Caliyuri

Familia - Claudio Leonel Siadore Gut


Osiris despertó en su camastro cuando Isis le llevó el desayuno. Leche, pan caliente y dátiles. Horus jugaba afuera entre las flores, su madre lo veía desde la ventana y suspiraba.
Osiris se limpió las migas de la boca y miró la mancha de humedad en forma de pez del cielorraso.
—Mañana me subo al techo y lo arreglo.
Isis dio media vuelta con la cabeza gacha.
—¿Cómo nos convertimos en esto, Ricardo?

Acerca del autor:
Claudio Leonel Siadore Gut