miércoles, 28 de diciembre de 2011

Responsabilidad – José Antonio Parisi


La función ha terminado. Solos en el camarín, el ventrílocuo sienta al muñeco en su rodilla y le desliza la mano entre la camisa y la espalda. Lo sostiene agarrado por el cuello, le gira la cabeza desacomodándole la peluca y lo mira con furia. El muñeco entiende. Había advertido una equivocación en el diálogo frente al público y, masticando las palabras, el ventrílocuo le hace la primera pregunta. ¡Ojo con contradecirlo! Aunque el error no haya salido de su boca de cartón, debe articular afinadamente lo que el ventrílocuo desea escuchar. Y vendrán más preguntas y el muñeco, muerto de miedo, siempre deberá responder sin aumentarle la ira. En el mundo de los muñecos, ha escuchado hablar sobre el ventrílocuo. Y sabe que, si falla, el otro le hundirá los dedos hasta quebrarle la laringe.

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