jueves, 8 de diciembre de 2011

Obcecación - Lucio Maggi


—No seas boludo, hijo. Eso no sirve.
—Dejá de joder, viejo. Ya soy grande y sé lo que hago.
—Pero mirá que quien me lo dió me dijo que es fenómeno para lo que vos querés hacer, eh.
—No me rompás las bolas...
El hombre bufó. ¿Será de dios que los hijos llevan la contra siempre? ¿Por qué las relaciones padre-hijo en un momento dado empiezan a responder al principio de acción y reacción? Movió la cabeza con desencanto e insistió, aun sabiendo que iba a perder.
—¿Entonces este kevlar no lo querés, Ícaro?
—¡Metételo en el culo!
Y arrancó a volar. Y se hizo mierda, obvio.

1 comentario:

Ogui dijo...

¿Por qué elegí este cuento? El diálogo tiene esas características de desenfado que puede situarse en cualquier época. Incluso la mención del kevlar es un permiso para hacer que la incredulidad de los hijos se refleje eterna, como parte de un bagaje histórico profundo. Pero a la vez, el humor y la perspectiva que toma el narrador del hecho hacen que me haya convocado a la elección. ¡Gracias, Lucio Maggi por compartirlo!