viernes, 30 de diciembre de 2011

Cucaracha – Armando Azeglio




Después del hongo radiactivo todo fue distinto. A los ciclos de ansiedad y pánico, se les sumó una fobia a algo cuya procedencia me resultaba imposible de identificar. Algo pretérito, capital, forzado a no detenerse, a sufrir la condena del eterno retorno. Algo que… hacía que me lavase mis eccemas con la propia orina. Era necesario esclarecer con pelos y señales lo que sucedió para, a partir de ese hecho, constituir un futuro nuevo y fresco; sin lamentos ni extinciones irreversibles. Esa era nuestra deuda para con los que vendrían. Añadir unidad a la diversidad, estudio a la erudición. Permiso a la simple imposición. Vi una cucaracha caminar. Pensé que era Gregorio Samsa disfrazado de Kafka que caminaba por mi cuento. Luego me supe ciudadano del mundo.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

La plaza del pueblo - Daniel Sánchez Bonet


De repente, como por arte de magia y muy poquito a poco, cada una de las cosas que formaban la realidad que él tenía alrededor fueron desapareciendo muy lentamente. Lo hicieron, primero, las mesas y sillas que recorrían aquella plaza de punta a punta. Después, los silenciosos árboles que la custodiaban y todas aquellas personas que bebían o bailaban entre sus concurridos confines. Desde arriba, lo hicieron también las estrellas que, centelleantes, la alumbraban sin cesar con su inagotable brillo.
Segundos antes, dos inocentes miradas se habían cruzado entre las más de mil millones de probabilidades que tenían de hacerlo.

Tomado del blog Microrrelatos a peso

Responsabilidad – José Antonio Parisi


La función ha terminado. Solos en el camarín, el ventrílocuo sienta al muñeco en su rodilla y le desliza la mano entre la camisa y la espalda. Lo sostiene agarrado por el cuello, le gira la cabeza desacomodándole la peluca y lo mira con furia. El muñeco entiende. Había advertido una equivocación en el diálogo frente al público y, masticando las palabras, el ventrílocuo le hace la primera pregunta. ¡Ojo con contradecirlo! Aunque el error no haya salido de su boca de cartón, debe articular afinadamente lo que el ventrílocuo desea escuchar. Y vendrán más preguntas y el muñeco, muerto de miedo, siempre deberá responder sin aumentarle la ira. En el mundo de los muñecos, ha escuchado hablar sobre el ventrílocuo. Y sabe que, si falla, el otro le hundirá los dedos hasta quebrarle la laringe.

Espíritus - Olga Appiani de Linares


Desperté y el fantasma prometido estaba en la habitación.
Ropa oscura, gestos exagerados, suspiros que rivalizarían con cualquier huracán tropical...
Muy teatral, demasiado "demodée", tirando a trágico. Y al parecer sin otro deseo que pasearse de un lado a otro, entre lamentos.
Amante de emociones fuertes, yo había pagado para ocupar la habitación con fama de encantada. Pero esperaba más que esos deambulares suspirantes.
—Oiga, joven... Si no piensa hacer algo más... fantasmal, digamos, pediré la devolución de mi dinero. Así, el único riesgo que corro es morir… ¡de aburrimiento!
—¡Oh, Muerte! ¡Oh, grave signo de un gran poder lejano! —declamó, en respuesta. Pasó el resto de la noche recitando a Novalis.

No logré que me reintegraran lo abonado.
Yo pedí un fantasma y eso tuve, dijeron; si no me había gustado que fuera el Espíritu del Romanticismo, debí prestar atención a la letra chica.

Tomado del blog: Palabras

Accidente cerebral - Albin Lainez


Cuando abrió los ojos estaba en un sanatorio. Manos y pies sujetos a la baranda de la litera por fuertes correas de cuero. Los médicos, que lo observaban en círculo, hablaban entre sí con un idioma incomprensible. Intentó pedir agua, forzando su garganta devastada por sed y silencios.
Alarmado, se oyó croar.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Ella me conoce bien (Moonlight drive mix) - Alejandro Bentivoglio


Paredes de papel en ensueños, bajo un sueño japonés, escribiendo nuestra historia en la caligrafía de la piel que se sabe cálida brisa. Somos dos que desconocen la apelación del final, sabemos ser quiénes somos.
La amo y ella lo sabe. Las palabras son tinta que pronuncia nuestro nombre en la elipsis de una luna imaginada que amortigua el pasado que no necesitamos.
La noche susurra y nos besamos tenues bajo el vértice de un haiku que nadie conoce.

Tomado del blog: Memorias del Dakota
Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio

Propio, Uno, el Único y Suyo - Helga Fernández


Uno es lo que es a pesar suyo, porque el Suyo no es tan importante como el uno aunque nunca deje de pretenderlo con sus ínfulas de único. Uno sabe que lo que tiene es tan casual como lo que no tiene en cambio Suyo cree que todo es mérito propio. Pero cuidado, no confundamos a Propio con Suyo porque entonces Uno dejaría de ser alguien por creerse El Único.

sábado, 24 de diciembre de 2011

El epítome de la belleza – Sergio Gaut vel Hartman


Hace algunos días, concurrí a una exposición de arte en el museo Larreta. Allí me fue presentado un médico recién llegado de España con el que entablamos una animada conversación. Durante la charla, entre varios temas muy interesantes, el sujeto deslizó que era cirujano plástico y que había operado a la duquesa de Alba. Yo no creí que fuera cierto y él se dio cuenta de mi desconfianza.
—Veo que no está nada convencido —dijo sonriendo—. Por ese motivo le ofreceré una prueba palpable de mis afirmaciones. Toque aquí.
Venciendo mis escrúpulos y aprensiones, toqué. Y debo aceptar que estaba en lo cierto.

Sobre el autor: Sergio Gaut vel Hartman

Furia y éxtasis – Héctor Ranea


Llevaba horas en la plaza mirando el palacio gris que había sido el hogar de una esperanza. Me parecía mentira estar ahí y lo que pensaba podría costarme la vida, pero no podía dejar que fluyera esa maldición repetitiva. Tanto debía ser mi éxtasis y furia contenidos que se me acercó una mujer:
—¿Sustancia, caballero? —dijo, con esa particular tonada, haciendo que desviara mi mirada a esos caramelos de malvavisco coloreado.
Girando mi cabeza lentamente vi sus facciones de gente de la tierra, a quienes tanto amaba. Nuestras miradas se fundieron en lágrimas mutuas por la misma persona asesinada hacía poco más de diez años, ahí donde ahora regía la bestia asesina.
Mirándonos, su voz tenue, apenas audible, repetía el pensamiento que yo había confinado a mi mente. Ambos maldecíamos al habitante ilegítimo de La Moneda.
Fue una tarde fresca, particularmente diáfano el aire de Santiago, recuerdo.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Anita - Daniel Sánchez Bonet


Cubrió su sexo con el estrecho hilo de la tanga que acababa de comprarse y con la misma delicadeza, terminó de abrocharse su mágico sujetador push up. A continuación, se puso un ajustado vestido negro que apenas cubría algo de sus femeninas piernas y cerró la cremallera que colgaba por su finísima espalda. Después, se colocó dos enormes aros de plata, perfiló con un lápiz sus rasgados ojos y con un gloss intenso recorrió de lado a lado sus carnosos labios. Por último, se subió a unos  tacones de aguja y sólo entonces, se atrevió a salir por la puerta.
Decidido.

Tomado de Microrrelatos a peso

jueves, 22 de diciembre de 2011

Matrimonio - Daniel Sánchez Bonet


Mi padre es de esos tipos que sólo se fija en los pequeños detalles: que si la puerta no está cerrada con dos vueltas de llave, que si el gas se ha quedado encendido, que si alguien se ha olvidado de bajar la basura…
Aquella mañana, ni siquiera se percató de lo ocurrido con su mujer. Eso sí, no pasó por alto que uno de los cuchillos estuviera en la habitación.

Tomado del blog: Microrrelatos al peso

La despedida - Oriana Pickmann y Javier López


Tras la jornada laboral, mi jefe y yo nos despedimos:
—¡Hasta mañana, jefe! Por cierto... ¿nunca le he dicho que es usted un cabroncete malencarado y un dictadorzuelo que nos tiene amargada la vida a todos los trabajadores de esta empresa?
—¿Pero qué está usted diciendo? ¡Queda despedida!
Y asi fue como, tras la jornada laboral, mi jefe y yo nos despedimos.

Sobre los autores: Oriana Pickmann y Javier López

domingo, 18 de diciembre de 2011

Mientras tanto – Héctor Ranea


―Mamá, ¿qué hay de comer?
―¿Aparte de los gusanos, decís?
―¡Ufa! ¡Gusanos de nuevo no, ma! ¡Quiero comida de verdad!
―¿Te referís a comida como leche, carne, pan? Me temo que no; no habrá otra cosa, así que comé.
―¿Siempre habrá gusanos, mamá?
―No dije eso. Dije que no habrá nada más. Los gusanos subsistirán mientras dure el cadáver de tu padre. Mientras tanto, no protestes y seguí comiendo los gusanos, mientras duren.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Confesión – Armando Azeglio



“La verdad es un imposible necesario hijo”, sentenció el cura tallando cada palabra en el aire. La escena me llamó la atención. Me pareció que aludía mucho más al mundo de las parcas griegas (las que hilan, devanan y cortan) que a una epifanía cristiana. No solo porque en sus manos revolvía una soga (como si fuera la serpiente de un hilandero) sino porque la frase sonaba más a Zenón de Elea que a Aristóteles. De pronto, dio un salto sobre un cubículo con una superficie pulida a espejo. “Cuidado con las partes cuando no se las pueda integrar en un todo; se puede caer en algo así como un bochorno cósmico”. Y dicho esto cruzó la cuerda en una viga que atravesaba la estancia a lo largo. Se hizo la noche. El cuerpo quedó suspendido por el cuello. No quise hurgar en su historia. Tampoco esperé la absolución.


Sobre el autor:
Armando Azeglio

viernes, 16 de diciembre de 2011

Caminos - Armando Rosselot


Solo. Y ni siquiera me había dado cuenta de que ese es el único estado existente.
Con tanta inmensidad rodeándome, no logro reconocer casi nada - todo va cambiando de a poco-, sólo yo me creo algo estático e inamovible.
Corro, por los caminos que danzan a través de la sucesión de momentos, gritando incoherencias, al cambiar mi dirección una y otra vez.
Como al principio, como me dijo en uno de los vértices, la niña de ojos sin fondo que iba a ser.
Sigo adelante, con paso firme y sonriendo.

Frente al espejo - Peio Soria Jimeno



No reconocía al hombre que tenía frente al espejo. Habían sido más de diez años viendo otro rostro y no lograba acostumbrarme a aquella triste mirada, camuflada entre la espesura de unas cejas tan vulgares. El glamour de mi sonrisa se había desvanecido, dejando en su lugar cuatro dientes intercalados con huecos tan oscuros como los bemoles de un piano. La imagen de mi verdadera cara me desalentaba a pesar de la buena noticia que mi psiquiatra repetía con insistencia para animarme. Mi completa rehabilitación quedaba tan cerca que ya podía empezar una nueva vida en un apartamento tutelado… pero ¡qué demonios! Era más divertido ser Elvis.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Breve y no tan breve – Javier López


—¿De veras cree que el prólogo es adecuado a mi obra? —pregunté a mi editor, con el convencimiento de que no lo era en absoluto.
—¿Lo duda? Hemos contratado al mejor ensayista de este país, el señor Claudio Sánchez Adorno, cuya pluma está reconocida internacionalmente...
—Sí, si eso está muy bien, pero...
—¿Pero? ¿Tiene algo que objetar al esfuerzo realizado por la editorial en la publicación de su libro?
—No, no quisiera parecer desagradecido. Tan solo dígame si no resultará algo excesivo un prólogo de ciento treinta páginas para una microficción de noventa y seis palabras.

Frustración – Sergio Gaut vel Hartman


—Clama a mí, y yo te responderé —dijo Jehová—, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.
Jeremías sintonizó el basculador de calibración cuántica y bajó un poco el contador de haces, colocando el rastreador en un punto anterior del discurso periontológico.
—¿Estás en condiciones de resolver la ecuación de Navier-Stokes? —dijo acercando los labios al sintetizador, como si fuera necesario para que Dios lo oyera—. ¿O la conjetura de Birch y Swinnerton-Dyer?
—La ecuación se refiere a las derivadas parciales no lineales que describen el movimiento de un fluido y la conjetura se relaciona los datos aritméticos asociados a una curva elíptica. ¿Esas?
—Esas. A ver si lo tuyo es de verdad o puro alarde.
—Ni puta idea. Esas incógnitas ya estaban cuando creé el universo.
Jeremías le dio una patada al basculador y lo dejó hecho migajas.

La olvidadiza – Héctor Ranea


—¡Ay, querida, no sabés el susto que me di! —le dije a mi cuñada sentada frente a mí.
Ella meneó la cabeza, como preguntándome.
—Resulta que —comencé sin dejarla hablar— llego a la clase de gimnasia y todas me dicen: “¡Qué tal, tanto tiempo! ¿Por qué no viniste en todo este tiempo?” —Al principio, como te imaginás, me lo tomé en solfa. Pensé que era una broma.
Ella meneó la cabeza, como para contestar. Pero antes de que abriera la boca, le dije:
—Al ratito me di cuenta de que no era una broma, que me lo decían en serio. Es más, estaban preocupadas porque yo no daba pie con bola y no tenía ni idea de lo que me decían.
Mi cuñada parecía menear la cabeza, pero al fin se le cayó nomás. Ahí me di cuenta de cuánto tiempo hacía que estaba muerta. ¡Cómo pasa el tiempo!

Héctor Ranea

Ilustración: "Las dos hermanas", de Giorgio de Chirico

lunes, 12 de diciembre de 2011

Paralizado - David Moreno



Las campanadas del reloj de la iglesia indicaron hace un rato que era medianoche. El silencio, desde entonces, se rompe tan sólo por el ulular de una lechuza que viene y va.
De mi boca se desprende un vaho espectral. Hace frío. Una intensa niebla cubre el techo de mi habitación.
Miro al candil de mi mesilla y compruebo que su tenue luz está a punto de apagarse. Debería levantarme de la cama para ir al baño antes. Pero un miedo atroz a poner un pie en el suelo me lo impide. Me ahogo con tan sólo pensarlo.
Y algo se mueve ahí abajo.
Mejor seguiré esperando.

Tomado de No Comments

Parásitos - Raúl Sánchez Quiles



El señor del traje y el puro se bajó del Audi acompañado por otros dos individuos de chaqueta y gafas negras. Me dio una bofetada, me pidió más austeridad y se llevó el cartel de “No tengo trabajo, sino hambre” y la lata con las monedas. No pude apuntar la matrícula, pero su cara me suena.

Tomado de Hiperbreves, S.A.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Fuga - Sergio Gaut vel Hartman



Desperté bañado en el viscoso aceite de las heridas de Arquelao, lo que me sugirió que la pesadilla era profética. Dejé que esa idea fluyera arrastrando el tibio licor que la noche había depositado en los recovecos de mi alma y esperé la purificación, pero no fue suficiente; metí dos dedos en el hueco, extraje la nuez y descubrí el deterioro al primer vistazo; costras de savia seca se adherían a la rugosa superficie y un rastro de humo sugería que el núcleo estaba agotado. Eso significaba que en la realidad moriría dentro de las siguientes tres horas, pero no tenía ningún interés en permitirlo: cerré los ojos y armé la fuga. Del otro lado, recién renacido, Arquelao esperaba con el arma lista para liquidarme. Empecé a reír; el pobre diablo, atado a una única fase, no tiene idea de cómo son las cosas. 

El espejo en que la medianoche no hace sombra – Héctor Ranea



Mis ojos fueron incapaces de soportar mi mirada. Ese reflejo en un espejo semejante había hecho de mí, de todos nosotros, seres ambulantes sin destino. Cada vez que nos mirábamos a un espejo rememorábamos aquella reflexión y, acobardados por esa penetración cerebral profunda, nos retirábamos descerebrados, malcontentos, fríos, medrosos. Nuestros amores se fueron apagando, por el arte, por la música, por el cuerpo del amado o amada, por la luz y por la oscuridad. Pronto, hasta los cuervos tuvieron más estima de ellos mismos que nosotros de nuestra propia existencia y fue en esos tiempos que se decidieron a tomar en devolución los ojos que nos habían prestado.
Desde entonces (soy) somos incapaces de sostener nuestros recuerdos con las órbitas vacías de los ojos prestados y todo fue para peor.

Piedras y piedritas - Daniel Frini


En soledad, alrededor del sol, gira el Asteroide Zadunaisky, Una gran piedra de más de cuatro mil millones de años. Un poco por debajo de su Norte hay un gran cráter de unos diez kilómetros de diámetro, originado por el impacto de otra piedra en épocas remotas. Dentro de él, hay otros cráteres más pequeños y, lógicamente, más nuevos. Uno de ellos, bastante curioso debido a su forma elíptica, se formó por el choque de otra piedra hace unos cincuenta millones de años. Allí, sentado con la espalda apoyada sobre el borde de acresión, hay un astronauta. Su casco muestra un agujero de bordes limpios, consecuencia de otra piedra del tamaño de un garbanzo que lo atravesó de lado a lado. Está allí desde hace unos seiscientos mil años. En su pecho, quemada por una larguísima exposición al Sol cercano, puede verse una insignia de la Unión Soviética.

Acerca del autor: Daniel Frini

Héroe sádico - Leonardo Dolengiewich


Se acercó hasta el borde del acantilado, mucho más allá del límite indicado por el guía turístico. Todos lo miraron, alguno le gritó que volviera, que no se arriesgara. Se arrojó sin inmutarse.
Cuando no estaba salvando al mundo, Peter Parker se divertía a costa de los turistas que visitaban la ciudad.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Educando a Violeta – Héctor Ranea


―¿Tengo que darle la mano al señor, papá? ―dijo Violeta, acongojada.
―Sí; se una niña educada ―dijo el señor Cuarnes.
―Te la devolveré―. Terció Forbes.
La niña se desatornilló la mano con parsimonia, como quien no quiere dar lo que le es caro.
―Tome ―. Espetó.
El señor Forbes se la engulló de un bocado. La niña, a punto de un llanto desconsolado, dirigiéndose al padre:
―¿Viste lo que hizo? ¿Cómo me la va a devolver ahora, papá?
Y Forbes le contestó: ―Ni te molestes Violetita. Es un muñeco. El ventrílocuo soy yo. Y ahora prepará tu patita, nena. Tengo hambre.

Encuentre al autor en: Héctor Ranea

Virgen - Claudia Sánchez


La teoría se la sabía al dedillo. Su madre ya le había explicado todo lo necesario para esa noche.
Pero al momento de ponerlo en práctica, no contaba con que la correctora, mujer del escritor, fuese tan puritana.
Ahora no sabía cómo proceder con esa túnica blanca encima, con un agujero en la entrepierna y otro en el ombligo.
Ya estaba por sacársela cuando los escuchó detrás de la puerta. Su flamante marido hablaba con una mujer en un tono muy íntimo: “no te vayas amor, en diez minutos acabo este trabajo y estoy contigo”.
Pero ¿qué estaba sucediendo?
—Ay mi vida, pero ¿cómo te han puesto esa bata? —le dijo con ternura—. Ven, quítala… la cabeza va por aquí. Así. Bueno, ¿Te has decidido ya? ¿Qué hacemos… caoba… castaño? Tu pelo virgen tomará muy bien cualquiera.
Bien, la historia continuaba. Porque los hombres no las prefieren rubias.

Encuentre a la autora en: Claudia Sánchez

Obcecación - Lucio Maggi


—No seas boludo, hijo. Eso no sirve.
—Dejá de joder, viejo. Ya soy grande y sé lo que hago.
—Pero mirá que quien me lo dió me dijo que es fenómeno para lo que vos querés hacer, eh.
—No me rompás las bolas...
El hombre bufó. ¿Será de dios que los hijos llevan la contra siempre? ¿Por qué las relaciones padre-hijo en un momento dado empiezan a responder al principio de acción y reacción? Movió la cabeza con desencanto e insistió, aun sabiendo que iba a perder.
—¿Entonces este kevlar no lo querés, Ícaro?
—¡Metételo en el culo!
Y arrancó a volar. Y se hizo mierda, obvio.

Okupa - Fernando Puga


Avanzo entre tus huesos de papel manteca que al roce de mi hálito se deshacen como terrones de azúcar en el agua. Te gano la batalla. Te convierto en remedo de ti mismo, una mala copia del guerrero que doblegaba a cuanto desgraciado osara cruzarse en su camino. Llegaste tarde a la contienda de tanto andar mirándote al espejo, de tanto andar cazando mariposas, de tanto construir castillos en el aire. No me guardes rencor, soy inocente. No puedo renunciar a mi naturaleza. En ti me llevas. Conmigo seguirás hasta que se apague el último leño de tu hogar. Que sirva de consuelo lo bueno que has vivido: algún antiguo amigo que aún hoy te recuerda, algún amor que debió ser más correspondido y esos frutos que ya están maduros, prontos para retar a sus propios demonios.

Encuentre al autor en: Fernando Puga

martes, 6 de diciembre de 2011

Recurrente y empalagoso - Sergio Gaut vel Hartman


Gutha Cunz leyó el cuento de Chuang Tzu y la mariposa antes de irse a dormir. No hay que leer estas cosas con el estómago lleno, reflexionó. Y tuvo pesadillas, claro. Soñó que era Tzu, luego la mariposa y finalmente un monstruo híbrido de chino y mariposa que leía el cuento de Chuang Tzu y la mariposa antes de irse a dormir, lo que le provocaba espantosas pesadillas. Pero aquí no termina la cosa. A continuación, Gutha Cunz soñó que no podía despertar de una pesadilla en la que el emperador de la China obligaba a sus súbditos a soñar la historia de Chuang Tzu y la mariposa diecinueve veces por día. Menos mal, pensó Gutha Cunz al despertar, que todo esto es un sueño. No estuvo tan seguro de esto cuando la doncella, Danaus Plexippus, preguntó.
—¿Café o té? ¿Con leche o solo? ¿Crema? ¿Azúcar? ¿Tostadas o mediaslunas?

Bosques - Luisa Hurtado González


En un rincón oscuro y húmedo del frigorífico, los mohos han cultivado un bosque enano y fragante de tonalidades verdes y grises.

Y, aún sabiendo que será destruido en cuanto sea descubierto, se han hecho el firme propósito de seguir cultivando esos minúsculos bosques de bonsáis, han decidido seguir poniendo color y olor en ese mundo tan frío.


Tomado del blog Microrrelatos al por mayor

¿Será verdad? - Héctor Ranea


El ingenioso hidalgo estaba pasándola lo más bien con Dulcinea, cuando entendió que ella estaba volviéndose lo que era en realidad: una zombi. No tuvo tiempo de esquivar la dentellada y perdió un buen par de hectogramos de seso en el ataque. Después de eso se dedicó a la lectura y sus famosas aventuras. El casco se lo puso para disimular el agujero.

Con esta señorita me caso yo - Saurio


Caperucita entro a la habitación de su abuelita, pero en la cama no estaba ni la anciana ni el lobo feroz, sino un niña como ella.
―Abuelita, qué ojos tan gran…, eh, no, qué orej…, eh… qué boc…― desalentada exclamó ―¡Todo es pequeño! ¡No sé qué es lo que tan grande tienes!
―Esto― dijo Gretel (pues de ella se trataba), destapando su cuerpo desnudo y mostrando un enorme falo de cuero y otros juguetes eróticos. ―Y son para cogerte mejor.
―Guau― dijo Caperucita, despojándose de la prenda que le daba su nombre.
El leñador ni vino al rescate ni se unió a las rijosas muchachas. Partes de él estaban en la heladera, junto a la abuelita y el lobo, y el resto se cocinaba lentamente en el horno.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Desatino – Sergio Gaut vel Hartman


Una tarde de domingo en la que muchas personas toman sol en el parque, una potente ráfaga de viento parte una rama de pino; la rama vuela, se estrella en la cabeza de una mujer y la mata. La policía detiene al pino agresor, lo somete a prisión domiciliaria mientras se sustancia el juicio y tres meses después lo encuentra culpable de homicidio en primer grado, agravado por alevosía y lo condena a ser talado.
Un periodista, crítico feroz del sistema judicial humano, dice por TV:
—Una nueva prueba de necedad: la sociedad ajusticiará a un pino por asesinar a una mujer.
En cambio el pino, avanzada de una invasión alienígena, piensa que su plan ha sido descubierto, que la estrategia elegida ha fracasado; sabe que solo faltan horas para que todos sus compañeros, que acaban de tomar posesión de otros pinos, corran la misma suerte que él.

De a caballo – Héctor Ranea


—¿Usted que siempre está cabalgando bajo las estrellas de la noche —dijo el paisano de boina azul a un gaucho de botas de potro, montando uno un rosillo, el otro un alazán alto— creería que hay vida en otras estrellas, diga?
—En mi humilde opinión, no. ¡Y mire que miro las estrellas, eh!
—Claro, don. Entiendo. —Lo miró de soslayo y pensó: “Idiota, no sabe que los vecinos de Eta Vega somos carnívoros”. Y el de las botas de potro, sonrió ocultando sus labios en la sombra del chambergo, mientras pensaba: “¡Pobre imbécil terrestre! Esta noche su sopa será libada en ómicron Oberón.” La enorme llanura se abría a los pies de las cabalgaduras, mientras sus sombras se alargaban, pacíficas, en el crepúsculo largo de la pampa.

Segunda oportunidad – Sergio Gaut vel Hartman



La criatura contempló acongojada la devastación. El planeta, al que había arribado tras un viaje tan prolongado que insumió la mayor parte de su vida, estaba vacío. No era eso lo que su especie había determinado al enviarlo como embajador, trayendo la buena nueva de que no estaban solos en el universo y portando las ofrendas tecnológicas suficientes para favorecer un salto evolutivo de gran magnitud. Pero debía resignarse: la especie originaria de aquel mundo se había empeñado en autodestruirse y ahora, durante el tiempo que le quedara de existencia, se pondría a trabajar para regenerarlos a partir de los residuos biológicos que encontrase. Detectó una gran concentración de cuerpos sin vida y se dirigió al lugar con el equivalente de una sonrisa bailándole en el equivalente de los labios. Los zombies también sonrieron: después de tanto tiempo podrían disponer de comida fresca.

Transporte público – Sergio Gaut vel Hartman



Subí al bus galáctico con dificultad. El conductor, un jiliriano de piel con escamas como monedas y cinco ojos pedunculados, me miró con acritud, me parece. Resoplé observando a mi alrededor; los pasajeros pertenecían a tantas especies diferentes que sería imposible enumerarlas y los asientos tenían manchas de las sustancias más extrañas que pueda imaginarse. Cuando pude respirar normalmente, dije:
—¿Me deja en Rigel 3?
—No —dijo el conductor—; tiene que tomar el ramal verde; este es el amarillo.

Trabajo de demolición – Sergio Gaut vel Hartman



En cuanto las naves quedaron disimuladas entre los matorrales y arbustos espinosos, el jefe de la expedición invasora repartió los roles. La estrategia era sencilla, aunque desarrollada para ser efectiva en el largo plazo.
—¿Qué te tocó? —dijo uno.
—Pescador en un lugar llamado Galilea.
—¡A mí también! Creo que nos toca ser hermanos.
—Yo entro en escena en el segundo acto —dijo otro.
—¿Y a quién le toca el papel de Yesú?
—A mí —dijo uno con cara de pocos amigos—. Tengo que morir crucificado.
—¿Les parece que va a funcionar? —susurró uno.
—Estos nunca se equivocan —respondió el que había hablado primero—. Recuerden Tomashek.
—Es cierto. Pero allá demoramos unos seiscientos ciclos, y acá están previstos más de dos mil.
—Estos son testarudos y soberbios. No vamos a poder desmoronarlos tan fácilmente.

No el fácil adaptarse a otro mundo - Fernando Puga



A él le pasó. Tenía que acomodarse para sobrevivir en ese extraño mundo habitado por seres casi lampiños, que caminan en dos patas, que emiten sonidos incoherentes, que se reproducen sin intervención del Supremo. Lo tuvo que hacer para cumplir con las órdenes recibidas y enviar a la nave madre la información necesaria para que la invasión resultara exitosa. Después la conoció y ese espécimen femenino, con la humedad de su piel cristalina lo fue transformando.
Hace tiempo que vive en La Tierra. Tiene una hermosa familia. Apenas recuerda que alguna vez obedeció voces del más allá.

Q.E.D. - Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman



La invasión extraterrestre finalmente se produjo, y fue exitosa, tan exitosa como para terminar por completo con la civilización humana. ¿Quieren conocer la causa de su triunfo? Muy sencillo: una estrategia adecuada y una sucesión de golpes tácticos perfectos. Los alienígenas se disfrazaron de humanos, pero no de cualquier humano, sino de humanos estúpidos, necios, torpes, imbéciles, estólidos, idiotas, ceporros. Y se disfrazaron tan bien que ni siquiera ellos mismos se daban cuenta de que lo eran; pensaban ser únicos y no se reconocían como colectivo. De ese modo hicieron muchísimo daño, indujeron al caos, nos precipitaron en la confusión y limpiaron el camino. Dice un proverbio judío: cuando un tarado encaja una piedra, ni cien avispados la pueden desencajar.

Al desalojar, anoche. Escena en New York: tierra de libertad – Héctor Ranea



—¡Ma qué alienígena ni que cinco de diciembre! ¡Te vamos a sacar del parque junto a los otros indignaditos del carajo! —gritó el policía de New York meneando al intruso ocupa con vigor desvergonzado. En una de las sacudidas se salió uno de los ojos del pobre zarandeado, quien, extendiendo dos dedos logró ponérselo en su lugar. El cana, a todo esto, ni cuenta se dio. Lo único que quería era cumplir la orden: “nadie debe llegar al edificio de la Bolsa”. Cuando creyó que lo había sacudido bastante quiso ponerle las cintas de sujeción para las manos. Recién ahí se enteró de que ni modo que funcionaría. En el Precinto nada le habían dicho sobre qué hacer si el detenido tuviera tres manos. Hay radicalizados acá —pensó el de azul— pero ¡la mierda! Éste ya es el colmo.

Oportunidad irrepetible – Sergio Gaut vel Hartman



—¿Puede demostrar que es alienígena?
—No lo creo. En mi mundo, como en el suyo, Dios nos hizo a su imagen y semejanza. ¿O es usted ateo?
—¡Válgame Dios, no soy ateo!
—Entonces aceptará, sin más prueba que mi palabra, que soy extraterrestre.
—Bien, lo acepto. ¿Cómo dijo que se llama el artefacto que me ofrece?
—Abducidor polificcional de matriz cuéntica.
—¿Cuántica?
—Dije cuéntica.
—¿Y cuesta?
—Doce mil ochocientos treinta.
—¿Acepta tarjeta?
—¡No, por supuesto! Ya le dije que soy extraterrestre.
—No tengo tanto efectivo.
—¿Cuánto tiene? 
—Con lo que llevo encima y sacando lo que pueda de tres cajeros automáticos, creo que redondeo unos cinco mil.
—Usted me cae simpático. Le dejo el abducidor polificcional de matriz cuéntica en cinco mil.
—Pero ¿funciona?
—Oiga, ¿por quién me toma?
—Disculpe.

Parásitos interplanetarios – Marcos Zocaro



Con los dos soles escondiéndose por debajo del volcánico horizonte, el último de los insectos voladores inicia un moribundo y espiralado descenso a tierra, sellando así el fin de toda clase de vida sobre el planeta. Ante esto, el comandante de la nave nodriza felicita al resto de las naves, miles y miles que pueblan los cielos de este mundo en llamas, por el éxito de la misión: ya todos los recursos naturales y energéticos han sido consumidos. A continuación, sin perder más tiempo, el líder de los parásitos interplanetarios fija un nuevo rumbo y un nuevo objetivo: ahora la víctima será Betelyún, un planeta gigante que orbita alrededor de la estrella Betelgeuse, un planeta cuya civilización jamás podrá defenderse del ataque del Imperio humano.

En un restó de Tau Ceti V – Sergio Gaut vel Hartman



—¿Conoce las reglas?
—Regular
—¿Cómo regular?
—Cuando visité Ergulano, el cuarto planeta de Régulo, aprendí algo que, a partir de entonces, reguló mi vida.
—¿Qué aprendió? ¿A cumplir las reglas?
—A cumplir las normas, o mejor dicho, a cumplir con Norma, Norma Regalado, pero esa es otra historia, y a usted no le importa.
—¿Cómo que no me importa? Yo soy el regulador del curso regular de gula disciplinada.
—¿Gula disciplinada? Nunca imaginé que pudiera existir algo como eso.
—Existe, y cumple reglas muy estrictas.
—¿Existen reglas para disciplinar la ingesta de Norma?
—Reglas que comen normas. Eso sí que es nuevo.
—Cierto. ¿Se va a quedar ahí parado toda la noche o va a tomar mi pedido? Tengo mucho hambre.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Gratificaré devolución - Ana Silvia Mazía


Gratificaré devolución o cualquier dato acerca de un celular piel de pantera" XC32 ", extraviado en el barrio de Palermo Soho.
En el momento de su desaparición, llevaba antenita baja, batería recién cargada, y tiene una rayadura entre el 6 y el 0.
Dueña desesperada, grave depresión, debió ser hospitalizada.

Peleas internas - Fernando Andrés Puga


Abrí otra cuenta en facebook y solicité mi amistad. No acepté. ¿Quién puede aceptar ser amigo de un tipo como yo que pretende ser amigo de sí mismo sin antes conocerse un poco? Eso sí, la lista de amistades de ambas cuentas es muy parecida. Y no es muy extensa por cierto. Hoy, sin ir más lejos, cuando fui a la cita que pacté en la web me encontré a mí mismo parado en la esquina con un ramo de flores. Creo que esperaba a la misma chica. Al menos eso parecía, porque los dos la encaramos al mismo tiempo al verla bajar del taxi. Ojalá que esta vez no me gane de mano.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Ecos – Héctor Ranea


El murciélago planeó sobre sus innumerables cenas de esa noche. No podía escuchar el zumbido que hacían, pero su ecolocalizador no le fallaba y tampoco lo delataba. En efecto, todos esos volátiles allá abajo nunca sabrían qué fue lo que les pasó ya que jamás podrían detectar su presencia. Nunca había fallado y sin embargo, esos avechuchos seguían viniendo, siempre migrando hacia o desde ese punto.
Tenía localizados decenas para esa noche así que se lanzó confiado en los ecos que le venían indicando que todo sería un mero trámite. Se limitó a abrir la boca y uno a uno entraron a ella primero un Boeing, luego varios Airbus y finalmente un Hércules lleno de ayuda a un país con brote de Ébola.

Sobre el autor: Héctor Ranea

Deducción - Óscar Román Alconada


Quitamos el IRPF y las contingencias comunes. Me pediste cobrar las extraordinarias a parte, así que quitamos el prorrateo. Quitamos las estructurales y las no estructurales. Quitamos el desempleo y la formación. Quitamos las deducciones de horas extraordinarias y otras deducciones a voluntad. Y, ¿ves? ¡Qué suerte! ¡Otra nómina a cero! No te sale a cobrar, pero tampoco a devolver.

Recortes - Fernando Andrés Puga


Al antropólogo, el Rincón Gaucho. Al arquitecto, el suplemento del sábado. A la médica, el mamotreto de la Academia. Al futbolista, el diario Olé. Al ama de casa, la revista de variedades. A los niños, palomitas de papel. A nadie, un beso.
No hay besos en el diario de la mañana.

Sobre el autor: Fernando Puga

Octavo B - Alejandro Bentivoglio


Mi romance con la bailarina no prosperó. Ella se paseaba todo el día por el departamento dando saltitos descalza. Yo trataba inútilmente de agarrarla en alguno de sus vuelos, pero fracasaba estrepitosamente. La mayor parte de los días yo no hacía más que terminar en el suelo, herido por el golpe contra algún mueble inoportuno. Ella, por su parte, sólo se dedicaba a su arte y exageraba cada vez más sus giros y especialmente sus largos saltos.
Pero no, no fue por despecho sino por descuido que dejé el ventanal abierto de par en par.

Sobre el autor: Alejandro Bentivoglio
Tomado del blog: Memorias del Dakota