sábado, 5 de febrero de 2011

No comieron perdices – Alejandro Bentivoglio & Sergio Gaut vel Hartman


No pasa un día sin que se me caiga alguna parte del cuerpo. Un dedo, un brazo. La gente me ayuda al principio, pero después comienzan a decirme que soy un descuidado.
—¡Oiga! —grita un guardia urbano haciendo flamear mi pie derecho—. No deje sus partes tiradas en cualquier lado. ¿No se da cuenta que los niños se impresionan cuando ven personas mutiladas?
No puedo decirle que se equivoca, que no son mutilaciones, pero no lo hago porque ayer perdí la lengua y casi todos los dientes. Sigo mi marcha y mi cabeza rueda a un lado. No sin dificultad, la pateo con fuerza y rompo la vidriera de una florería. La vendedora sale a la calle, furiosa, pero al verme se enamora de lo que queda de mí, nos vamos a vivir juntos y somos felices hasta que muere de disrupción molecular maligna, una semana más tarde. 

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