domingo, 30 de enero de 2011

Diciembre - Claudia Sánchez


Cada vez que llega diciembre al hemisferio sur, dos entidades que moran, en el centro de la tierra, una, y en lo alto del cielo, otra, se empecinan en extraerme la energía vital que me mantiene en movimiento. Trabajan juntas en una sinergia perfecta. Cuando duermo, la profunda se entromete en mi sueño y me hace trabajar y me persigue y me acosa y me agota, hasta que la etérea llega a despertarme. Y cuando debo comenzar mi día, ésta me duerme, me agobia, me lentifica, me fastidia, me desgana, hasta que la noche llega y todo vuelve a comenzar. ¿Será porque en estos momentos, y según mi altura desde hace añares, la inclinación del eje de la Tierra hace converger las fuerzas de ambas entidades en la intersección de mis dos centros, el vientre y la crisma? Sí, será por eso. No porque se avecine otro diciembre sin ti.

Ilustración: "Green squall", Yacek Yerka.

Tal para cual - Javier López


Se había anticipado a la cita. Y es que Luis tenía la costumbre de llegar siempre diez minutos antes.
Mientras tomaba un café, pensaba en Liberta, su Dulcinea, la mujer con la que compartiría su vida, sus sueños, ilusiones, esperanzas. ¡Eran tantas las cosas que sentía por ella, sin apenas conocerla!
Se preguntaba cómo sería físicamente, pero eso no cambiaría nada. "La belleza está en el interior", recordó. Y eran muchas las virtudes que adornaban a Liberta. Lo demás apenas importaba.
Estaba seguro: aquellos anuncios en el periódico cambiarían sus vidas. Aparecieron el mismo día, en la misma página, como si el destino los hubiera elegido al uno para el otro. Ambos se buscaban, estaba claro. Todo eran señales en favor del encuentro. Ella había publicado "Ama busca sumiso". Él, "Sumiso busca Ama".

Ilustración: "Strawberry beach", Yacek Yerka

Sala de espera - Sergio Gaut vel Hartman


Mientras aguardaba al cardiólogo reparé en el tablero que detallaba las especialidades de los médicos que empleaba la clínica, sus nombres, apellidos y las obras sociales que se atendían. No era demasiado diferente de cualquier pizarra que podía encontrarse en un consultorio, excepto por un detalle que llamó mi atención: en casi todas las palabras faltaba una letra, lo que no era un obstáculo para comprender lo escrito. A “reumatología” le faltaba la “t”, a Oscar Leiva la “o”, a “dermatología” la “d”, y así por el estilo. Lo malo fue que en algún momento, agotado por la espera, decidí organizar las letras que faltaban en un texto coherente, y el resultado me perturbó de un modo atroz. “Todos los pacientes del Dr. Smert morirán antes de fin de mes”. Está de más que señale que el Dr. Smert es el cardiólogo al que visito por primera vez.

Ilustración: "Gameboy", Yacek Yerka.

viernes, 28 de enero de 2011

Siempre he sido, ¿cómo se dice...? Precoz - Stefano Valente


Cuando nací, mi madre ya llevaba veinte años muerta. Luego, obtuve mi grado universitario en la escuela primaria. En mi primera boda, mis hijos del tercer matrimonio fueron los testigos. Consigo trabajo, primer día, me siento en el escritorio, ¡buenos días!, los compañeros con los ojos desorbitados: “¿Pero no hace tres años que te jubilaste?”.
Basta. Esto no es vida. Cuando besé por primera vez a una mujer, sentí en los labios el frío de su tumba...
Me gustaría parar. Respirar profundamente. Reflexionar –sobre los segundos que transcurren lentamente-. Pero sé que es una ilusión. También esta pistola en la sien es inútil.
Apretar el gatillo no sirve de nada.
Y no es por cobardía.
Lo hago siempre, en cada reencarnación.

Traducción del escritor Alejandro Ramírez Giraldo (Colombia)
Stefano Valente

En serio - Silvia D'Imperio



Yo conocí a alguien que no tomaba nada en serio. Se reía todo el tiempo. Lo único que le importaba era tener a quién decirle que no le importaba nada de nada. Entonces, un día ya no encontró a nadie a quien decirle que no le importaba. Y nadie y nada empezaron a ser su compañía todo el tiempo. Entonces dejo de reír. Y por sorpresa le asomó una lágrima.
Esa sensación lo dejó tan confundido que tuvo que buscar a alguien para que le explicara.
Esa fue la primera vez que algo le importó y no le dio risa.

Desde el jardín – Héctor Ranea


A la luz de la Luna llena, vio un murciégalo, luego otro. Pasaron varias veces. No sabría decir cómo podía asegurar que eran los mismos. Tal vez le gustaría que fueran los mismos.
Estaban comiendo. Era evidente. Escuchaba los chasquidos complejos que usaban para comunicarse entre ellos desde lejos. Luego, silencio. Él sabía que durante la cacería usaban sólo sonidos inaudibles.
Al poco rato, los quirópteros eran más de una docena. Obvio que había más comida y la estaban aprovechando. De hecho, a su lado empezaron a revolotear mariposas suculentas, moscas insólitas, escarabajos livianos y jugosos. Miles de otros murciélagos vinieron de varios lugares a comer. Pronto, los comensales no fueron sólo murciélagos. Se animaron los búhos, las lechuzas y otros aprovecharon el banquete. De pronto, todos desaparecieron, comida y predadores. Como si nada de aquello hubiera existido, quedaron las mariposas habituales. Ahora podría comérselas él.

Héctor Ranea

miércoles, 26 de enero de 2011

¿Cuál es el apuro? - Fernando Puga


Te sentarás frente al teclado. Apoyarás tus dedos de acuerdo a lo aprendido en las intensivas clases de dactilografía. Veloces, las palabras se desplegarán sobre la pantalla; sin descanso hasta el punto final.
Con el manuscrito impreso irás a la editorial. Presentarás tu novela al concurso más importante de la lengua castellana y por supuesto ganarás.
Tu vida cambiará irreversiblemente. No más tediosas horas detrás del mostrador, no más la necesidad de que ella trabaje tanto, que lo haga si quiere, a partir de este momento este exitoso escritor mantendrá la casa y darás comienzo a una vida acomodada.
Después abrirás el botiquín. Vaciarás el frasco en la palma de tu mano y breves tragos de agua empujarán de a una las pastillas a través de tu garganta. Tarea cumplida, murmurarás satisfecho, mientras te dispones a dormir por toda la eternidad.

Ganado en buena ley – Sergio Gaut vel Hartman


—Muy bueno. Toda una lección de reciclaje.
—¡Genial!
—¡Me gustó mucho!
—Ingenioso.
Los saludos obsequiados al ganador de la Bienal de Arte Contemporáneo solo sirvieron para aumentar su perplejidad. Él se había limitado a amontonar la basura junto a la estatua de Fauna y no contaba con que un psicoanalista lacaniano hubiera visto en el conjunto que la verdad tiene estructura de ficción y que un junguiano dedujera la relación del grupo escultórico con los extraterrestres arquetípicos que visitan la Tierra desde la más remota antigüedad. Cuando el recolector de desperdicios trató de explicar la situación, los defraudados espectadores llamaron al loquero y enterraron al impertinente bajo una tonelada de ribotril, que fue comprada con el dinero del premio.

Los cables - Claudio Leonel Siadore Gut


Los cables amanecen de poste a poste vibrando, se arraciman sobre las esquinas y desayunan pájaros, trepan de tapia en tapia, de techo en techo, de mano a mano, prendemos luz, prendemos radio, tele, y mientras se infiltran a la casa de al lado a través de un resquicio, desde el poste por el que llegan van segando los pedazos del día, y dividen la noche en parcelas.

Personal especializado – Javier López


Los grandes almacenes Herregud contrataron a un grupo de titiriteros para trabajar en su centro de control.
Su tarea consiste en observar desde los monitores de circuito cerrado a los clientes más indecisos.
Ahora son ellos quienes los dirigen, mediante hilos invisibles, hacia las distintas secciones y productos, para que realicen sus compras.

lunes, 24 de enero de 2011

Fantasía oscura 1 – Cristian Mitelman



Angustiado por un amor esquivo, un hombre decide suicidarse saltando desde el puente que cruza el río Yuán. Tiene la mala suerte de caer sobre la barca de un humilde pescador que navegaba a altas horas de la noche, cuando reina el silencio y hay mejor pique. Mata al pescador que era aquél con quien la mujer había decidido quedarse.
Los jueces encuentran culpable al fallido suicida y lo condenan a la horca. Esta vez el hombre logra su cometido y pasa al trasmundo sin inconvenientes de importancia.

La señorita reparte – Héctor Ranea



Flaca. Con las piernas bien al aire para mostrarlas, con tacos altísimos, entregando papeles por la calle, al sol. Increíble sol de infierno en la ciudad infernal. En los papeles están escritas direcciones para resolver varios menesteres: encontrar una nacionalidad que creías no tener, promesas de monedas de gran valor, señoritas de alta temperatura, al parecer erótica y finalmente una dirección, la más importante, en la que una dama sin prejuicios anuncia que puede adivinar el futuro mediante cartas grabadas por el mismísimo Nostradamus. ¡Qué irónico! Si la señorita que reparte papeles hubiera podido leer su futuro en manos de aquella vidente, probablemente no hubiera elegido asarse al sol como lo está haciendo ahora. Pero, claro, nadie cree en alguien que dice leer el futuro. La chica que reparte sabe que el futuro está en casa, esperando la moneda y el pasado en aquel pueblo, olvidándose de ella.

Dulce deseo frustrado - Héctor Luis Rivero López



Cuando la pecosa y yo nos encontramos en aquel callejón, me enseñó una; y le pedí, mejor, casi le imploré, que al menos me dejara tocarla.
Y accedió…
—¿Puedo darle una chupadita?
Su “NO” fue rotundo.
Y, riéndose, se echó a correr, dejándome sin probar un poquito de aquella piruleta de fresa que tanto me gustaban. Tenía para aquel entonces catorce años y fue, definitivamente, mi primera decepción con el sexo opuesto.


Tomado del blog SIN TON CON SON

Acerca del autor:
Héctor Luis Rivero López

sábado, 22 de enero de 2011

Monolingüe - Sergio Astorga


Era un yo mismo antes de que vinieran a rasurarme. Me han mirado y se olvidan que quise decirles a su debido tiempo que, el dedo oponible es el único testigo de que hubo espíritu.
A mí me han castigado los dioses, me dieron un doblez innoble, una bola amarilla y un pájaro de signos como alas.
No te reclamo por el espejo sino por esta monótona forma de decir las cosas.


Tomado del blog Antojos

Acerca del autor:


Imagen Monolingüe de Sergio Astorga




Gén 22, 11-14 - David Baizabal


Pero el Ángel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo “Abraham, Abraham.” El contestó “Aquí estoy.” “No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.” Abraham miró a su alrededor y dijo “Aléjate, Satanás, yo obedeceré los mandatos del Señor”. Abraham llamó a aquel lugar “Yavé pone a prueba”. Y todavía hoy la gente dice “En ese monte enloqueció Abraham”.


Imagen by Christians - Deviantart

La Hucha - Luisa Hurtado González


Había empezado a tener problemas para meter el dinero en la hucha.
Algunos días después, con gran estruendo y mayor ilusión, la rompió golpeándola contra el suelo. Cuando abrió la manta en que la había envuelto, un batiburrillo de monedas, billetes y trozos de barro saturaron su retina.
¿Cuántos años había estado ahorrando? ¿Cuánto tiempo había tenido que esperar para tener al alcance de la mano su sueño? Y, ahora que lo pensaba más despacio, ¿cuál era su sueño?, ¿lo había olvidado acaso?
Durante algunas semanas anduvo vacío por la vida. Hasta que una mañana se levantó, salió de compras, adquirió la hucha más grande del mercado y volvió a casa con ella y una nueva sonrisa.


Tomado del blog Microrrelatos al por mayor

Imagen Raining coins from heaven-Deviantart

jueves, 20 de enero de 2011

Pasarela - Javier Montoro


Acomódate. Mira hacia arriba. Contempla y vislumbra los maniquíes del cielo. Extremadamente blanco. Tremendamente cielo. Los maniquíes se rehúyen las miradas. Se aprietan las manos. Unos contra otros chocan, se restriegan contra los muros, procuran esquivarse. Se aprietan las manos. Míralos, porque en el aire que se escapa entre sus dedos descansa la pasarela. La pasarela. La pasarela. Por ella debes viajar, encontrar tu tránsito, un cauce desmedido. Determínate. Aprende a configurar de nuevo las manos. Convierte los toscos apretones en tiernas caricias. Despliega la mano y abandona el lugar donde reside, cordial, el recelo. No hay sueño que contamine esta noche en vela. Fusión.
Dos maniquíes se han descolgado del techo.

Carnes III - Esther Andradi


Y ni qué decir, que si hay que elegir entre masculinidades, atraco con los chicharrones. Crocantes, irremediablemente sebosos, calientes y deliciosos. A cualquier hora, pero preferiblemente al desayuno, después de una noche larga.
Seductores varoniles, los chicharrones, casi siempre indigestos después, pero entretanto qué buenos.

Publicado en "Come, éste es mi cuerpo", Buenos Aires, Ediciones Último Reino, 1997.

Tomado de: Ficción Mínima

Las hogueras - Carmen Frontera Quiroga


Las hogueras en la noche salpican aquella calle oscura formando negras cortinas de humo, a su alrededor unas mujeres se quitan el frío invernal de sus desnudos cuerpos como una pobre cerillera se calentó un día sentada en el bordillo de una acera al calor de sus fósforos mientras soñaba con una mesa puesta con blanquísimo mantel y fina porcelana.
Un coche con frenazo de apasionado, observa a las mujeres. La elegida se sube en el jaguar que con sonido a merengue parte a toda velocidad. Ella imagina que algún día celebrará un San Valentín. De pronto, ve una estrella desprenderse y trazar en el firmamento una larga estela de fuego. Piensa “alguien se está muriendo” porque al igual que la niña que vendía fósforos, también a ella le habían dicho que cuando cae una estrella, un alma asciende al cielo.

martes, 18 de enero de 2011

Dormir solo - Alejandro Bentivoglio


Sueño con la idea de que alguna vez estaré despierto. Pero todo no hace más que conspirar en mi contra y no dejo de caminar entre almohadas y frazadas que incluso parecen gemir de satisfacción cuando paso por encima de ellas. Del cielo oscuro llueven plumas de ganso, llueven fragmentos de colchones.
Llueven sábanas que me incitan a seguir en la eternidad de los párpados cerrados. Pero en el horizonte, la frontera de tu cuerpo sigue sin aparecer por ningún lado.

Remontadores de sueños - Liliana Mabel Savoia


Remontadores de sueños

La mañana recibe unas figuras enfundadas en trajes de terciopelo. Son los remontadores de sueños. Remolcan la pesada carga desde una cuerda que los une como un ambarino cordón umbilical. Llevan los nimbos cargados de pesadillas y alucinaciones hacia el lugar de almacenaje para ser clasificados. Nadie ha descubierto el sitio donde finaliza el viaje. Los sueños, en una tortuosa simbiosis matemática, se emparentaron con las fracciones continuas y alternadas tomando valores de lapsos arbitrarios. Los soñadores despiertan angustiados y sudorosos, implorando que no se repitan. Sin embargo, los ensueños, empecinados, se anclan a sus mentes. Los remontadores, ajenos a la angustia de sus dueños siguen con la faena de arrastrarlos soportando temblorosos el peso de las visiones.

Agnóstico – Antonio J. Cebrián


Inasequible al desaliento, San Pedro se acercó a Dios y expuso una vez más su petición en tono de súplica:
—Señor, mira a los hombres; te rezan y se sacrifican en tu nombre. Hay varios cataclismos que asolan el planeta… ¿No vas a intervenir para ayudarles?
—¡Déjame en paz de una vez! —respondió Dios—. ¡Ya te he dicho que soy agnóstico y no creo en todas esas tonterías sobre “hombres”!

Sobre el autor: Antonio J. Cebrián

Urdimbre - Héctor Ranea & Sergio Gaut vel Hartman


Había tantos hilos en las tramas que el escritor decidió diversificarse. Por un lado se puso a recolectar cuentos; por otro poesía y por último, con los que le sobraban, enhebró collares, ristras de aromatizantes, cacharros para comer sopa, analizadores de espectro para laboratorios de análisis clínicos y hasta pensó en tejer alfombras voladoras. Lástima que semejante diversidad terminó alertando al Programa Holmes & Watson del FCBIA. Llegaron de noche, lo ataron con sus propios hilos y lo confinaron en una celda de la prisión lunar Armstrong. No lo van a juzgar, claro, pero en un informe reservado aseguran los expertos en desencriptación que muchos de esos hilos llevan a la residencia secreta del Presidente de los Estados Unidos, en los Adirondacks y otros terminan en los calzoncillos del papa. No se pueden correr riesgos con los ficcioterroristas.

domingo, 16 de enero de 2011

¡Pan! Y circo - Óscar Román Alconada


—Si le golpeo con la vara en el morro, hace volteretas. Si le golpeo en la pata derecha, hace el pino. Si le golpeo en la pata izquierda, se sienta en el taburete. Si no hace caso, le golpeo con más de fuerza ¡Pan! ¡Pan! ¡Pan!
—¿Y si no le golpeas?
—Si no le golpeo no hace nada, ¿no ves que es un oso?

Tomado de Microrrelatos

La gripe equina - Jordi Cebrián


Cuando apareció la gripe equina se dejó de hablar de la gripe ratonil, igual que ésta había sustituido a la porcina en los titulares; y como, antes, la porcina sustituyó a la aviar. Ahora ya no sólo recomiendan el uso de mascarillas, sino también unas pulseras magnéticas que fabrica el cuñado del presidente. Pero la gente ya no tiene tanto miedo al contagio como antes: hace muchos años que nadie sale de casa, por si acaso, y los contactos se limitan al ciberespacio. Las calles están vacías, pero por televisión insisten que no nos confiemos y llevemos todos las pulseras.



Acerca del autor:

Involución, comunicado - José Manuel Ortiz Soto


—Tras siglos de estudios minuciosos, la conclusión a que llegaron nuestros científicos es contundente —dijo el doctor Charles Rhesus—: el Homo sapiens es producto de una catastrófica mutación de novo. Ante tal jugarreta de la madre Naturaleza, nuestra especie se desliga de toda semejanza que pudiera emparentarnos.

viernes, 14 de enero de 2011

De mis imágenes. A las espaldas de Venus – Héctor Ranea


Me sentí raro al comienzo. La tenía, por fin la tenía, sin escape posible. Era todo lo mía que puede ser una imagen. Al menos la había vinculado a mí a través de una maraña de comandos, cada uno extremadamente complejo, que hacía virtualmente imposible que se escapara de mí. La Venus de Velázquez era prácticamente mía.
En una versión de altísima resolución, en la que podía acercarme a su espalda tanto como quisiera y ver la piel, acariciarla con toda mi pasión, desearla con toda mi furia, había caído en la trampa informática y era ineluctablemente mía. Sólo mía. Nadie más podría bajarla del sitio del Museo y ponerla en su Museo virtual. Encadenada, sólo podría ser mía.
Ella se dio cuenta de mis requiebros de amor. Se dio vuelta. Sólo su cara alcancé a ver. El resto de su cuerpo era un vacío horrendo. Fue su venganza.

Las imágenes

Héctor Ranea



De mis imágenes 2. El rapto – Héctor Ranea


Una noche violaron la clave de mi ordenador entrando así al sitio donde guardo mis imágenes más queridas. Pero no para robarme, sino para introducir una que fue mi perdición. Me invadieron con un holograma de Pluto e Proserpina, la versión que tanto amo de Gian Lorenzo Bernini.
Quiero que entiendan mi problema: cuando encendí a la mañana siguiente el ordenador, la imagen se proyectó, invitándome a tocarla, a hundir mis gruesos dedos en esa piel tensa de Proserpina, ese maravilloso culo sólido, contundente y ese grito tan particular, abstracto pero a la vez audible.
Desde entonces no puedo hacer más nada con mi máquina. Mi mujer me abandonó, tratándome de pervertido. Se han ido mis hijos y los gatos. A veces, como con piedad, viene a visitarme una calandria. ¡Qué inmensa la ironía de la naturaleza, que envía un saturnino a dar consuelo a una víctima de las pasiones!

Las imágenes

Héctor Ranea



De mis imágenes 3. Un grito, el grito – Héctor Ranea


Cierto día de lluvias de marzo, en mi ordenador las cosas no anduvieron como pronostica su sistema operativo. El disco convulsionaba hasta que, siendo inevitable su colapso, lo apagué. Parecía más epilepsia que un virus fatal.
Lo llevé a un amigo especialista en ocultismo quien, luego de semanas de intenso trabajo, había logrado que nada feneciera en mi disco rígido, excepto, tal vez, el pequeño prolapso en la zona de empalme con la red de redes que hacía que el conjunto de operaciones no creyera en la red. Mi ordenador había pasado a ser ateo.
De todos modos el disco, como medida de autoprotección, proyecta cada tanto, una filmación de enorme eficacia animando la figura de El Grito.
Aún no sé si a favor o en contra de dicho tránsito.

Las imágenes

Héctor Ranea


De mis imágenes 4. Invierno – Héctor Ranea


En invierno apilábamos los cadáveres por piezas. Como todos morían por estallidos y catástrofes dentro de edificios e iglesias, sus partes estaban bastante separadas de entrada. Llevábamos nuestros propios ordenadores de contabilidad para después confrontar con las cuentas de los jefes de guardia. Se llevaba el conteo de piernas, brazos, penes, cabezas, torsos (parte izquierda y parte derecha), etc. A pesar de que era necesario recolectarlas también, las entrañas no se contabilizaban. Se apilaban indiscriminadamente en una zona con mucha nieve. La razón era simple: volver a usarlas en los androides sería imposible, estaban muy dañadas, de modo que se apilaban hasta que los camiones de reciclado se las llevaran.
Yo tenía mi carpeta ilustrada con el cuadro de Brueghel Cazadores en invierno, muy orondo, hasta que me vi ahí, reconstruyendo cadáveres y recordé los tiempos en que íbamos a jugar en ese campo. Mis lágrimas no se congelaron.

Las imágenes

Héctor Ranea


De mis imágenes 5. El encuentro – Héctor Ranea


La próxima vez que le preste a Iñigo el teletransportador, si salía de ésta, primero le golpearé y nudillos y testículos. Le dije que no, pero el imbécil se dejó llevar por las revistas de ficción y apuntó nada menos que a El Jardín de las Delicias y les aseguro que no es sencillo ir al fondo de una piscina en la que está medio mundo saltando, bailando, copulando y demás figuras acrobáticas que involucran partes del cuerpo innombrables para nosotros los frailes.
Si en mi ordenador tengo las imágenes no es por procacidad sino curiosidad. Estudio la historia del arte, pero este cuadro, que por cierto es inspirador, desde dentro les aseguro que es un infierno aún en la parte paradisíaca. Y por si esto fuera poco, tengo que salir a buscarlo a Iñigo que sí cayó en el ano del Diablo.
¡Fraile Imbécil!

Las imágenes

Héctor Ranea
 


lunes, 10 de enero de 2011

Éxodo - David Moreno



Los primeros rayos de sol iluminan timoratos las ventanas de los edificios. Un nuevo día comienza y sorprendentemente en las calles se respira un silencio y una quietud extrema. No hay un alma paseando ni en auto. Los semáforos continúan con su fútil alternancia.
Preocupado, llamo con mi celular a la policía pero nadie responde. Con los dedos temblorosos marco el número de mi madre, el de mi padre, el de mi novia, el de mis amigos y, con todos sucede lo mismo.
Totalmente angustiado por mi soledad, busco sin resultado positivo en las casas por si alguien hubiera quedado rezagado.
Alcanzo una plaza donde no hay niños, ni perros, ni palomas, tan sólo bancos vacíos y estatuas.
Creo que esta vez he sido el último en abandonar la ciudad.

Tomado de No Comments

El destino del dios blanco - Jesús Ademir Morales Rojas



Arthur Gordon Pym no murió. Transcurrió eones en las entrañas del gigante blanco. Sin embargo, cuando el monstruo quedó varado en la playa vacía, Arthur Gordon Pym escapó de los restos putrefactos del dios antártico. Decidido a explorar los límites de su propia racionalidad, forjó un navío con los huesos del coloso. Desde entonces transita por las aguas frías de una Antártida oscura e infinita: hace mucho tiempo que el mundo ha dejado de girar y lo único que altera las penumbras heladas- bajo constelaciones que se desploman una a una- es el fuego de una mirada perdida en horizontes en perpetuo devenir. Cuervos de llamas en busca de su propia estela.

sábado, 8 de enero de 2011

Amada inmortal - Luciano Doti

Un hombre lloraba sobre la tumba de su amada. El cielo se nubló y un relámpago anunció la tormenta. La lluvia copiosa se mezcló con las lágrimas formando un lodazal en la tierra aún fresca. El hombre, cual artesano, modeló una mujer a imagen y semejanza de su amada, y al besarla en la boca le influjó el aliento vital que le faltaba. Luego, el alma de su amada inmortal, que rondaba cerca, se introdujo en ese ser, y el lodo se hizo carne.

El último negocio - Javier López

Los supermercados quedaron desabastecidos desde primera hora de la mañana. Eso provocó que cursaran pedidos urgentes para reponer sus estanterías. Y, ante tal circunstancia, el volumen de transporte por carreteras, trenes, barcos y aviones de carga, se disparó. Naturalmente, los precios subieron. A media mañana, el petróleo había alcanzado máximos históricos, triplicando su precio. La especulación llegó a niveles insospechados. El mercado de oro y piedras preciosas hizo ese día el negocio de años. Había que invertir en valores seguros.
Faltaban un par de horas para que el cometa impactara contra la Tierra. Era el final. Su tamaño era tal que crearía un cráter del tamaño del estado de Texas, acabando con todo rastro de vida vegetal, animal y humana en el planeta.
Pero nadie quiso que el acontecimiento le cogiera desabastecido. Y, por supuesto, el capitalismo vio en ello una buena oportunidad de negocio.

Juris metamórfica – Sergio Gaut vel Hartman


Cuando Franz Kafka se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. “Durante la noche tuve horribles pesadillas: me transformaba en una mariposa, un obeso y obseso cazador de ciervos trataba de venderme unos zapatitos de bebé; despertaba y un espantoso dinosaurio abría sus fauces para devorarme. Ahora esto”.
—¿Qué nueva excusa ridícula estás pergeñando para no asistir a tus clases en la facultad? —aulló Hermann Kafka entrando a la habitación de su hijo sin llamar—. ¿Crees que quedándote en la cama podrás eludir tus responsabilidades? ¡Vago! ¡Haragán! ¡Inútil!
—Pero padre —argumentó Franz con una voz débil y desfalleciente, la clase de voz que todos imaginamos en un insecto— no puedo presentarme en los Tribunales con este aspecto.
—¡Qué dices, insensato! Tu metamorfosis se ha completado. Ahora tienes exactamente el aspecto que debe tener un abogado exitoso.

De cuervos y secretos – Héctor Ranea

Está lleno de cuervos que cuentan de a tres los turistas graznando al verlos. Escondido, otro en los campanarios acumula los totales anotándolos en un ábaco complejo. Al llegar a cierto número ejecutan diversas tareas, a saber: en Praga llaman a los bomberos para que los rieguen, en Viena a magos para que los entretengan, en Vancouver a sus hermanos para que pidan de comer y en Londres a sus mayores para que representen Hamlet en las plazas.
Las cornejas de Burgos, primas de aquellos, inventan una coreografía en la fachada de la catedral, los tordos del Sur, sus parientes lejanos, cantan mientras cagan a los turistas desde lo alto de los plátanos y los grajos de Paflagonia esperan al turista en armadura de metal blanco para darle el Grial, pero ya está muerto y enterrado, según dicen, en alguna catedral de Etiopía, custodiado de buitres sagrados.

martes, 4 de enero de 2011

Efectos colaterales - David Moreno


Sucedió unos diez mil años atrás cuando los días desembocaban en largas noches. Eran tiempos oscuros, de frío intenso y de cavernas. El primer hombre consiguió domesticar el fuego. No hubo fiesta. Y sí mucho miedo. La recompensa de su pueblo por temor a que fuera un mensajero del diablo fue ser castigado a la hoguera.

Transformación radical – Sergio Gaut vel Hartman


El ejecutivo de una gran empresa descubrió tardíamente que deseaba ser escritor. Abandonó la reunión de directorio dando un portazo, se dejó crecer la barba y repudió a su esposa, con la que acababa de cumplir las bodas de plata. Una semana después, como no estaba satisfecho con la prestación laboral de sus nuevos empleados, despidió a Talento (ausente sin aviso), suspendió a Entusiasmo (que no terminaba de encarar sus tareas) y contrató a un Gerente de Gestión Mediática para que manejara al Ghost Writer de turno; los fantasmas le producían una tremenda impresión y prefería no tener contacto con ninguno de ellos.


Biografía: Sergio Gaut Vel Hartman

domingo, 2 de enero de 2011

Un dulce despertar – Héctor Ranea



Me desperté inesperadamente contento. No porque viera mejor el tiempo o porque estuviera limpio de pensamientos negativos sino porque sí. Tenía esa sensación de plenitud que obliga a desperezarse y sonreír. Una sensación parecida a la felicidad, eso era. Muy contento.
Tampoco podía ver para afuera porque era vivir dentro de mi propia existencia. Existía y eso, extrañamente, me hacía feliz. Feliz en extremo, si recuerdo que para mí sonreír era impensable no más allá de ayer.
Me di cuenta de que este dulce despertar me abrió el apetito así que caminé buscando algo para comer.
El primer tipo que cacé casi no opuso resistencia. Supongo que no me distinguió. Lo devoré algo velozmente para poder llegar al cerebro. Esto de ser un zombi mutante me daba la ventaja de poder comer todo el humano y esto era, creo, la clave de la felicidad de mi no vida.


Usurpado - Héctor Luis Rivero López



Dormía cuando tocaron a la puerta. ¿Quién podrá ser si estoy solo en este chalet, en un bosque frondoso y profundo, lejos de la ciudad?, pensé. Por si las dudas, me levanté, abrí y al asomarme no vi a nadie. Cerré y volví a acostarme. Otra vez tocaron y con paciencia volví a levantarme, pero nada. A la tercera pensé que soñaba y no le presté atención. Me desvelé un rato. Silencio.
Al fin el sueño venció mis ojos y otra vez escuché golpes. A regañadientes me levanté y la abrí de un golpe. Nada. Salí y caminé por el jardín en busca del pesado bromista, pero todo en derredor estaba quieto y callado.
Regresé a mi cuarto, pero la puerta estaba cerrada. Ahora era yo quien golpeaba. Adentro alguien roncaba…


Tomado del blog SIN TON CON SON


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