sábado, 29 de noviembre de 2008

Sueño de caracol - Olga A. de Linares



Aprendió carpintería para armar una casa de muñecas a su gusto. Satisfecha con el resultado, la pintó con sus colores favoritos. Poco a poco la amobló, no con adocenadas creaciones para Barbies, sino con preciosas miniaturas artesanales en madera, delicadísimas vajillas, macetas no más grandes que un dedal y sus mínimas plantas en flor. Sutiles encajes cubrieron las ventanas, alfombras minúsculas se acomodaron sobre los pisos, y en el ático depositó un baúl repleto de secretos familiares. En la biblioteca acomodó (con sus grandes dedos torpes) todos aquellos títulos que amaba. Luego se aseguró que la instalación eléctrica funcionara bien, y de que hubiera suficiente leña en el hogar, además de una buena reserva para el futuro. Por fin, se hizo más y más pequeña, hasta poder atravesar la puerta amorosamente cincelada, cumpliendo el sueño (siempre postergado) de la casa propia.

3 comentarios:

pato dijo...

¡Oh...! Bellísimo. El sueño de todo miniaturista.

Florieclipse dijo...

En una casa así, igualita, vivo yo. Para eso alcanza.
Muy bueno, Olga.

Ogui dijo...

Te acordás de The Incredible Shrinking Man, de Arnold (1957)? Es una de las películas de mi infancia que recuerdo con más angustia. En este cuento la protagonista lo hace adrede... muy bueno!